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domingo, 2 de octubre de 2016

VELIKO TARNOVO

El Hermano Fr. + Krasimir en Bulgaria tierra de Zares 

Historia

A mediados del Siglo XIII casi toda la península de los Balcanes se había sacudido el dominio bizantino y sus designios eran dictados por los Asen, la Dinastía de Zares del conocido como II Imperio Búlgaro. Sus fronteras superaron la actual Bulgaria así como parte de Rumanía, Grecia, Albania, Macedonia e incluso llegaron a abrazar territorio serbio, más allá de las puertas de Belgrado. Los caballeros búlgaros, guardianes de la religión ortodoxa y la cultura eslava cada vez más lejanas del poder de los Papas de la Iglesia Católica, mantuvieron a raya a sus enemigos que daban siempre con hueso duro.
La red de fortalezas y castillos construidos a lo largo y ancho del Imperio sirvió para contener los ataques externos y mantener de una forma relativamente estable una cultura floreciente que tuvo su reflejo en ciertas facetas artísticas. Tarnovgrad, actualmente llamada Veliko Tarnovo, fue la capital de este Imperio. Los Asen se habían hecho fuertes en Tsarevets, un bastión amurallado situado en una de las colinas de la ciudad, inexpugnable a oídos de Roma y de los turcos. Pero fueron finalmente estos últimos quienes se hicieron con lo que parecía imposible y conviertiendo a Bulgaria en una provincia más del Imperio Otomano cuyo control lo llevaba Constantinopla.

Veliko Tarnovo es para los búlgaros el recuerdo de su mayor gloria. Esta ciudad, que se asoma sin vértigo alguno al Río Yantra y que decidió crecer libremente en el filo de un precipicio, es una de las visitas más interesantes y recomendables con la uno puede entrar por la puerta grande a la Historia de Bulgaria.










Muy cerca suyo se encuentra un pequeño pueblo llamado Arbanasi que fue habitado por comerciantes ricos procedentes de Albania los cuales estuvieron protegidos por los otomanos, quienes les permitieron alzar iglesias ilustradas en su interior de un valor artístico sin igual como la de la Natividad, que con todo derecho se puede decir que es la mayor obra pictórica del medievo que se conserva en este país. Y salir a descubrir estos tesoros búlgaros.

Cronica
Recorrí de arriba a abajo las empinadas cuestas de Veliko Tarnovo, hondeaba  la bandera búlgara en la vieja Fortaleza, Lugares ideales para adentrarme en la Bulgaria de los Zares viajando muy atrás en el tiempo… Fortaleza y Ciudadela amurallada como mayores restos de la Edad Media. De los Siglos XVIII, XIX y XX que creció fuera de las murallas y se asoma al acantilado.  El Barrio de Asenova: Bajo la Fortaleza, el barrio de artesanos y clérigos del medievo tiene un encanto especial.




Tsarevets (Царевец), la gran fortaleza medieval donde se puede decir que nació la ciudad. La pasarela amurallada por la que se entra es quizás la imagen más reconocible de Veliko Tarnovo y no sólo eso, la más interesante de todo el fuerte. Un león sosteniendo un escudo deja paso a una hermosa cuesta de piedra con distintos portones almenados que se cuela hasta la pedregosa colina rematada en pico por la torre del campanario de la Iglesia Patriarcal.



Paso a paso me fui acercando  a la colina, rodeada  por el velocísimo Río Yantra, imaginándome  centinelas apostillados en los portones permitiendo o denegando el acceso a quienes venían a la ciudad cada día en ese tramo de dos siglos (entre el XII y el XIV) que fue en el que Veliko Tarnovo y, por tanto, Tsarevets, pasaron a  la Historia como capital y bastión infranqueable del Gran Imperio Búlgaro que retenía las amenazas más importantes en el norte, sur, este y oeste. Las murallas, como auténticas cicatrices de piedra en la colina, guardaron el alma de los Zares de la Dinastía Asen hasta que el fuego otomano echó por tierra la Leyenda poniendo fin a un período vital de Bulgaria.



Es cierto que esta colina sirvió de fortaleza para tracios, romanos y bizantinos antes de que Pedro IV fuese coronado como Zar de los búlgaros y designara a Tarnovgrad  como su capital en el año 1185. Estratégicamente era el lugar perfecto para imponer un fuerte defensivo que fuese imbatible. Por sí misma la frontera natural que suponía el Río Yantra, así como la situación de la colina, arropada también por su gemela Trapezitsa, le otorgaba ese carácter rocoso difícil de franquear. Una vez le fueron añadidos altas y gruesas murallas, portones y torreones, no hubo mejor protección posible para Tsarevets.








Más de cuatrocientos edificios y dos decenas de iglesias compusieron la ciudadela medieval de Tarnovgrad. Así la Puerta de Asenova, por la que entraban los clérigos y artesanos procedentes del barrio del mismo nombre, o la Torre de Balduino, nombrada de tal forma porque en el S. XIII estuvo encarcelado el Emperador Balduino de Flandes, me parecen los restos más agraciados intramuros.


El Palacio Real, que en su día habitaran los zares búlgaros, permanecía en un estado de “semi-reconstrucción”. La bandera tricolor de Bulgaria parecía que iba a salir volando de un momento a otro hacia el cielo gris subí a lo alto del Palacio para contemplar fantásticas vistas de la propia ciudadela y de los alrededores de bosque oscuro e impenetrable, otro de los mejores regalos de Tsarevets, aunque superado por la cima de la Iglesia Patriarcal.


La Iglesia del Patriarcado. Dicho templo cristiano, aún siendo del Siglo XIII, está reconstruido en su totalidad y, aunque su fachada guarda las formas correctamente para no salirse de la estética general del conjunto, el interior está decorado por completo con frescos modernos.


El barrio de Asenova (Асенова), etimológicamente hablando, hace referencia a la Dinastía Asen, los re nombradísimos Zares del II Imperio Búlgaro. Es en esta época cuando goza de su mayor fama, ya que en él residían los artesanos, comerciantes y clérigos que después daban su servicio en Tsarevets. De hecho, antes he mencionado la existencia de una Puerta por la que estos accedían a la fortaleza, y que precisamente es una de las más llamativas con las que se encuentra el viajero hoy en día. Este distrito, cortado por el Río Yantra aunque con las orillas unidas por dos puentes  de piedra y otro de madera, tuvo en 1913 su mayor desgracia cuando un terremoto asoló las casas y los templos religiosos, algunos de ellos de importancia artística e histórica inigualables. Casi un siglo después de la catástrofe, Asenova, custodiada por los muros altos de la fortaleza, es probablemente el barrio de Veliko Tarnovo.


Y si no, no hay más que echar un vistazo a la Iglesia de los Cuarenta Mártires (църква Св. Четиридесет мъченици”), que fuera construida en 1230 para conmemorar una victoria sobre los bizantinos del Zar Ivan Asen II, la cual vio el esplendor de aquella época, enterró temporalmente a uno de los santos serbios más aclamados (San Sava), cobijó la boda del Primer Ministro Stambolov e incluso escuchó la proclamación de plena Independencia de Bulgaria por parte del Zar Ferdinand I. Con razón lleva un estandarte tricolor en su fachada. Porque ha sido y es Historia de este país.


Pero Asenova no me enamoró por sus iglesias sino por cómo es, por su carácter humilde y sus connotaciones casi rurales. Tiene un puente de madera bastante largo, que aún cruje al paso de la gente que sortea el Yantra por unos metros, y el cual tiene la capacidad de contar los minutos mucho más despacio, como si el que se sube a él retrocediera en el tiempo no se sabe hasta cuándo.




El secreto mejor guardado de Veliko Tarnovo no creo que esté en la vieja Fortaleza ni mucho menos se encuentra en los maderos de este puente se encuentra en Asenova.

NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA 
GLORIAM