El Hermano Fr. + Krasimir en Bulgaria tierra de Zares
Historia
A mediados del Siglo XIII casi toda la península de los
Balcanes se había sacudido el dominio bizantino y sus designios eran dictados
por los Asen, la Dinastía de Zares del conocido como II Imperio Búlgaro. Sus
fronteras superaron la actual Bulgaria así como parte de Rumanía, Grecia,
Albania, Macedonia e incluso llegaron a abrazar territorio serbio, más allá de
las puertas de Belgrado. Los caballeros búlgaros, guardianes de la religión
ortodoxa y la cultura eslava cada vez más lejanas del poder de los Papas de la
Iglesia Católica, mantuvieron a raya a sus enemigos que daban siempre con hueso
duro.
La red de fortalezas y castillos construidos a lo largo y ancho del
Imperio sirvió para contener los ataques externos y mantener de una forma
relativamente estable una cultura floreciente que tuvo su reflejo en ciertas
facetas artísticas. Tarnovgrad, actualmente llamada Veliko Tarnovo, fue la
capital de este Imperio. Los Asen se habían hecho fuertes en Tsarevets, un
bastión amurallado situado en una de las colinas de la ciudad, inexpugnable a
oídos de Roma y de los turcos. Pero fueron finalmente estos últimos quienes se
hicieron con lo que parecía imposible y conviertiendo a Bulgaria en una
provincia más del Imperio Otomano cuyo control lo llevaba Constantinopla.
Veliko Tarnovo es para los búlgaros el recuerdo de su mayor
gloria. Esta ciudad, que se asoma sin vértigo alguno al Río Yantra y que
decidió crecer libremente en el filo de un precipicio, es una de las visitas
más interesantes y recomendables con la uno puede entrar por la puerta grande a
la Historia de Bulgaria.
Muy cerca suyo se encuentra un pequeño pueblo llamado
Arbanasi que fue habitado por comerciantes ricos procedentes de Albania los
cuales estuvieron protegidos por los otomanos, quienes les permitieron alzar
iglesias ilustradas en su interior de un valor artístico sin igual como la de
la Natividad, que con todo derecho se puede decir que es la mayor obra
pictórica del medievo que se conserva en este país. Y salir a descubrir estos
tesoros búlgaros.
Cronica
Recorrí de arriba a abajo las empinadas cuestas de Veliko
Tarnovo, hondeaba la bandera búlgara en
la vieja Fortaleza, Lugares ideales para adentrarme en la Bulgaria de los Zares
viajando muy atrás en el tiempo… Fortaleza y Ciudadela amurallada como mayores
restos de la Edad Media. De los Siglos XVIII, XIX y XX que creció fuera de las
murallas y se asoma al acantilado. El
Barrio de Asenova: Bajo la Fortaleza, el barrio de artesanos y clérigos del
medievo tiene un encanto especial.
Tsarevets (Царевец),
la gran fortaleza medieval donde se puede decir que nació la ciudad. La
pasarela amurallada por la que se entra es quizás la imagen más reconocible de
Veliko Tarnovo y no sólo eso, la más interesante de todo el fuerte. Un león
sosteniendo un escudo deja paso a una hermosa cuesta de piedra con distintos
portones almenados que se cuela hasta la pedregosa colina rematada en pico por
la torre del campanario de la Iglesia Patriarcal.
Paso a paso me fui acercando a la colina, rodeada por el velocísimo Río Yantra, imaginándome centinelas apostillados en los portones
permitiendo o denegando el acceso a quienes venían a la ciudad cada día en ese
tramo de dos siglos (entre el XII y el XIV) que fue en el que Veliko Tarnovo y,
por tanto, Tsarevets, pasaron a la Historia
como capital y bastión infranqueable del Gran Imperio Búlgaro que retenía las
amenazas más importantes en el norte, sur, este y oeste. Las murallas, como
auténticas cicatrices de piedra en la colina, guardaron el alma de los Zares de
la Dinastía Asen hasta que el fuego otomano echó por tierra la Leyenda poniendo
fin a un período vital de Bulgaria.
Es cierto que esta colina sirvió de fortaleza para tracios,
romanos y bizantinos antes de que Pedro IV fuese coronado como Zar de los
búlgaros y designara a Tarnovgrad como
su capital en el año 1185. Estratégicamente era el lugar perfecto para imponer
un fuerte defensivo que fuese imbatible. Por sí misma la frontera natural que
suponía el Río Yantra, así como la situación de la colina, arropada también por
su gemela Trapezitsa, le otorgaba ese carácter rocoso difícil de franquear. Una
vez le fueron añadidos altas y gruesas murallas, portones y torreones, no hubo
mejor protección posible para Tsarevets.
Más de cuatrocientos edificios y dos decenas de iglesias compusieron
la ciudadela medieval de Tarnovgrad. Así la Puerta de Asenova, por la que
entraban los clérigos y artesanos procedentes del barrio del mismo nombre, o la
Torre de Balduino, nombrada de tal forma porque en el S. XIII estuvo
encarcelado el Emperador Balduino de Flandes, me parecen los restos más
agraciados intramuros.
El Palacio Real, que en su día habitaran los zares búlgaros,
permanecía en un estado de “semi-reconstrucción”. La bandera tricolor de
Bulgaria parecía que iba a salir volando de un momento a otro hacia el cielo
gris subí a lo alto del Palacio para contemplar fantásticas vistas de la propia
ciudadela y de los alrededores de bosque oscuro e impenetrable, otro de los
mejores regalos de Tsarevets, aunque superado por la cima de la Iglesia Patriarcal.
La Iglesia del Patriarcado. Dicho templo cristiano, aún
siendo del Siglo XIII, está reconstruido en su totalidad y, aunque su fachada
guarda las formas correctamente para no salirse de la estética general del
conjunto, el interior está decorado por completo con frescos modernos.
El barrio de Asenova (Асенова), etimológicamente hablando, hace referencia a la
Dinastía Asen, los re nombradísimos Zares del II Imperio Búlgaro. Es en esta
época cuando goza de su mayor fama, ya que en él residían los artesanos, comerciantes
y clérigos que después daban su servicio en Tsarevets. De hecho, antes he
mencionado la existencia de una Puerta por la que estos accedían a la
fortaleza, y que precisamente es una de las más llamativas con las que se
encuentra el viajero hoy en día. Este distrito, cortado por el Río Yantra
aunque con las orillas unidas por dos puentes de piedra y otro de madera, tuvo en 1913 su
mayor desgracia cuando un terremoto asoló las casas y los templos religiosos,
algunos de ellos de importancia artística e histórica inigualables. Casi un
siglo después de la catástrofe, Asenova, custodiada por los muros altos de la
fortaleza, es probablemente el barrio de Veliko Tarnovo.
Y si no, no hay más que echar un vistazo a la Iglesia de los
Cuarenta Mártires (църква “Св.
Четиридесет мъченици”),
que fuera construida en 1230 para conmemorar una victoria sobre los bizantinos
del Zar Ivan Asen II, la cual vio el esplendor de aquella época, enterró
temporalmente a uno de los santos serbios más aclamados (San Sava), cobijó la
boda del Primer Ministro Stambolov e incluso escuchó la proclamación de plena
Independencia de Bulgaria por parte del Zar Ferdinand I. Con razón lleva un
estandarte tricolor en su fachada. Porque ha sido y es Historia de este país.
Pero Asenova no me enamoró por sus iglesias sino por cómo
es, por su carácter humilde y sus connotaciones casi rurales. Tiene un puente
de madera bastante largo, que aún cruje al paso de la gente que sortea el
Yantra por unos metros, y el cual tiene la capacidad de contar los minutos
mucho más despacio, como si el que se sube a él retrocediera en el tiempo no se
sabe hasta cuándo.
El secreto mejor guardado de Veliko Tarnovo no creo que esté
en la vieja Fortaleza ni mucho menos se encuentra en los maderos de este puente
se encuentra en Asenova.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA
GLORIAM