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domingo, 2 de octubre de 2016

LA TRAICION

La traición habita entre el fuego y el hielo. Las páginas de la historia están salpicadas de sangre y lágrimas vertidas por sus acciones. El poder que ejerce es tal que a lo largo de los años ha esculpido cambios cruciales en el ámbito de la política, la cultura y la sociedad en general.
 
Según el diccionario, la traición es aquella falta que quebranta la lealtad o la fidelidad que se debería guardar hacia alguien o algo. Así, consiste en renegar, ya sea de palabra o acción, de un compromiso de lealtad. De ahí que en la mayoría de ocasiones, la traición implique una relación de confianza y afecto profundo. Cuando un ser humano deposita su confianza en otro y éste actúa de manera contraria a la esperada, hiriéndole de algún modo, se puede considerar que ha sido traicionado.

En nuestra cultura tenemos grabados a fuego algunos de los mayores exponentes de esta definición. Entre ellos destaca la historia de Judas Iscariote, posiblemente una de las traiciones más antiguas que jamás se hayan documentado. Según relatan los evangelios, Judas se convirtió en el paradigma de tan odiada palabra al entregar a su maestro y mentor, Jesús de Nazaret, a los soldados romanos en el huerto de Getsemaní. El sello de su traición fue un beso, y su recompensa, 30 monedas de plata. Y aunque más tarde se arrepintió de sus actos, no supo encontrar más consuelo que  la horca con la que segó su vida.

Otro gran exponente de tan despreciada palabra es Bruto, destacado senador romano y amigo íntimo y personal de Julio César. Descontento con el estado de la República y junto a un variado grupo de senadores, en el año 44 a.C. comenzó a conspirar contra César. El elaborado plan terminó en un histórico asesinato a sangre fría. Acusado de traición, Bruto huyó de Roma. Tiempo después, tras enfrentarse a Marco Antonio durante una de tantas guerras, se suicidó arrojándose contra su espada antes de ser capturado.

Limpiar  la herida

“Mejor tener un enemigo que te da una bofetada en la cara que un amigo que te clava un puñal por la espalda”, Arthur Schopenhauer.

Posiblemente, en un momento u otro de nuestra vida todos hayamos sentido su veneno extendiéndose como ácido por nuestras venas. El dolor resulta tan intenso como desgarrador. No en vano, en la mayoría de ocasiones viene ocasionado por alguien a quien conocemos bien. Amigos, Hermanos, Compañeros…La traición es un mazazo a nuestras expectativas, a nuestras certezas y a nuestra manera de vivir y de comprender la vida. Un estigma que resulta difícil de superar.

 La traición juega fuerte y no conoce fronteras. En muchas ocasiones asoma su fea tez entre buenos amigos y Hermanos que dejan de serlo por las decisiones y actitudes de uno u otro a causa de sus intereses personales.

En todos estos casos entra en juego la falta de empatía y la priorización de los propios intereses sobre los del otro. Una vez se ha cometido la traición, por la razón que sea, llega la parte más difícil. ¿Cómo podemos curar la herida que nos deja?

Si nos permitimos la reflexión, podremos comprobar que todo se reduce a sentir que han violado nuestra confianza, nuestro afecto y, sobretodo, nuestras expectativas.


La lealtad hacia uno mismo


Llegados a este punto, podemos optar por cortar por completo nuestra relación con nuestro particular ‘traidor’. Darle la espalda y renegar de la relación que hemos mantenido hasta ese momento. Esa sensación de pérdida, de ira mezclada con triste desazón nos continuará acompañando durante mucho tiempo.

Pero tenemos otra opción. Implica poner todo lo que está en nuestras manos para poder llegar a comprender las turbulentas decisiones y acciones de esa persona, cuestionándonos todos los aspectos de lo sucedido, y no rendirnos hasta alcanzar la tranquilidad y la serenidad que tan sólo puede otorgar el perdón.

El camino no es fácil, parece mucho más claro y expeditivo encerrar todo el asunto bajo llave en un cajón. Quedarnos en el dolor y el agravio que consideramos que nos han infligido injustamente, y no ir más allá. Pero si aspiramos a trascender esa traición, a limpiar y curar definitivamente esa herida, tenemos que empezar por poner en práctica la empatía, la capacidad de ponernos en la piel del otro. Eso no significa que estemos de acuerdo o justifiquemos sus acciones. Simplemente nos ayuda a cuestionar nuestra postura.

Por otro lado, vale la pena tener en cuenta que en la gran mayoría de ocasiones en las que se fragua una traición no hay una intención intrínseca de hacer daño. Hay ignorancia, egocentrismo y torpeza, sin duda, pero en contadas ocasiones encontramos maldad.


En última instancia, establecer cualquier tipo de relación implica asumir que no todo va a ser como nos gustaría o como esperamos que fuera. Podemos optar por convertirnos en víctimas perennes de su alargada sombra…o, simplemente arriesgarnos a Vivir.

NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA 
GLORIAM