Querido Hermano Templario, considera que este mundo que
conocemos lleno de sus pasiones e intereses es un impostor, pues promete y no
cumple su palabra, nos ha prometido honores, riquezas, felicidad, ¿Nos lo ha
dado? Y aunque nos lo diese ¿Podría calmar la sed de felicidad que arde en
nuestros corazones? Es imposible, porque solo en Dios hay Paz y felicidad. La
felicidad que en el mundo crece con sus placeres, diversiones, honores y
riquezas solo sirve para avivar más y más está sed.
Como al hidrópico un poco de agua no le quita la sed, sino
que se la aviva más, así al alma, la felicidad que el mundo ofrece, solo le
sirve para hacerla más infeliz, porque ve que no puede llenar su corazón
plenamente. Y si no, Hermano Templario, pregúntale a tu corazón, mientras has
ido a saciar la sed en los charquillos de las cisternas rotas que te ha
ofrecido el mundo, si alguna vez has gozado de paz. El fastidio, malestar,
inquietud y desordenes, han devorado tu corazón. Y por ello, considero que
deberías desengañarte, pues tienes prisionero a tu hermoso y nobilísimo corazón
en las redes del amor mundano. ¿Hasta cuándo serás infeliz? Rompe, rompe las
ataduras, Hermano, y conviértete a tu Dios y Señor, y hallarás la paz cumplida.
Más, pensemos por un momento, Hermano, que el mundo cumple
lo que ofrece, ¿cuánto tiempo durará esa felicidad? ¿Te seguirá más allá del
sepulcro? NO. ¿Que te llevarás a la eternidad de todas las vanidades que te
ofrece el mundo? NADA. ¿Hay algún rey que se haya llevado su poderío al
sepulcro? ¿Has visto algún rico y poderoso señor que se haya llevado sus
riquezas a la otra vida? NO. Hermano, no seas necio, exclama como el sabio y
mas poderoso de los mortales: "Vanidad de vanidades, y todo vanidad y
aflicción de espíritu". Sólo una cosa está libre de esta vanidad, y es el
amar y servir a Dios, porque en esto está todo el ser y toda la felicidad del
corazón humano y más en tí Caballero de su Blanca Milicia.