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miércoles, 20 de julio de 2016

LOS MONASTERIOS

Se encierra el núcleo de vuestra espiritualidad el fuerte deseo de entrar en unión de vida con Dios, abandonando todo lo demás, todo aquello que impide esta comunión y dejándose aferrar por el inmenso amor de Dios para vivir sólo de este amor.
Todo Monasterio es un lugar en el que, con la oración y la meditación, se excava incesantemente el pozo profundo del que tomar para nuestra sed más profunda.

Pero la  Encomienda Francisco Gelbert es un Monasterio especial, donde el silencio y la soledad son custodiados con particular cuidado, según la forma de vida iniciada que ha permanecido con muy pocos cambios en el curso de los siglos.
Raramente hay silencio en las ciudades, porque un ruido de fondo permanece siempre, en algunas zonas también de noche. Algunas personas ya no son capaces de quedarse durante mucho rato en silencio y en soledad.

He querido aludir a esta condición sociocultural, porque esto pone de relieve el carisma específico del Monasterio de la Real, como un don precioso para el mundo, retirándose en el silencio y en la soledad, las personas por así decirlo, se exponen a ese aparente vacío que señalaba antes, para experimentar la presencia de Dios.
Dios atraviesa todo, el Templario, dejándolo todo, se expone a la soledad y al silencio para no vivir de otra cosa más que de lo esencial, y así  encuentra también una profunda unión con los Hermanos y Hermanas.

No basta, con retirarse a un lugar como éste para aprender a estar en la presencia de Dios, sino que es necesario dejar que la gracia de Dios actúe y recorrer juntos la cotidianeidad de la vida, así el llegar a ser Templarios requiere tiempo y paciencia.
Precisamente en esto consiste la belleza de toda vocación en la Orden, dar tiempo a Dios de actuar con su Espíritu y a los Hermanos y Hermanas de formarse, de crecer según la medida de la madurez de Cristo.

Es también nuestra configuración a Cristo según la vocación de cada uno, un camino que discurre desde la fuente bautismal hasta la muerte, a veces, a los ojos del mundo, parece imposible permanecer durante toda la vida en un monasterio, pero en realidad toda una vida es apenas suficiente para estar con Dios.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO D

GLORIAM