Se encierra
el núcleo de vuestra espiritualidad el fuerte deseo de entrar en unión de vida
con Dios, abandonando todo lo demás, todo aquello que impide esta comunión y
dejándose aferrar por el inmenso amor de Dios para vivir sólo de este amor.
Todo
Monasterio es un lugar en el que, con la oración y la meditación, se excava
incesantemente el pozo profundo del que tomar para nuestra sed más profunda.
Pero la Encomienda Francisco Gelbert es un Monasterio especial,
donde el silencio y la soledad son custodiados con particular cuidado, según la
forma de vida iniciada que ha permanecido con muy pocos cambios en el curso de
los siglos.
Raramente
hay silencio en las ciudades, porque un ruido de fondo permanece siempre, en
algunas zonas también de noche. Algunas personas ya no son capaces de quedarse
durante mucho rato en silencio y en soledad.
He querido
aludir a esta condición sociocultural, porque esto pone de relieve el carisma
específico del Monasterio de la Real, como un don precioso para el mundo,
retirándose en el silencio y en la soledad, las personas por así decirlo, se
exponen a ese aparente vacío que señalaba antes, para experimentar la presencia
de Dios.
Dios
atraviesa todo, el Templario, dejándolo todo, se expone a la soledad y al
silencio para no vivir de otra cosa más que de lo esencial, y así encuentra también una profunda unión con los Hermanos
y Hermanas.
No basta,
con retirarse a un lugar como éste para aprender a estar en la presencia de Dios,
sino que es necesario dejar que la gracia de Dios actúe y recorrer juntos la
cotidianeidad de la vida, así el llegar a ser Templarios requiere tiempo y
paciencia.
Precisamente
en esto consiste la belleza de toda vocación en la Orden, dar tiempo a Dios de
actuar con su Espíritu y a los Hermanos y Hermanas de formarse, de crecer según
la medida de la madurez de Cristo.
Es también
nuestra configuración a Cristo según la vocación de cada uno, un camino que
discurre desde la fuente bautismal hasta la muerte, a veces, a los ojos del
mundo, parece imposible permanecer durante toda la vida en un monasterio, pero
en realidad toda una vida es apenas suficiente para estar con Dios.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA
GLORIAM