Los
territorios peninsulares llegaron a contar con gran presencia de los monjes
guerreros. “La Orden del Temple se extendió por todo el continente, aunque en España mantuvo el carácter militar activo
que poseyó en Palestina”.
Por tanto,
en diversos puntos de la geografía española todavía se observa el rastro de los
templarios. El castillo de Ponferrada (León), es un ejemplo. La fortaleza
oscense de Monzón, otro. Y, en este contexto, Guadalajara no fue una excepción.
De hecho, en
toda la provincia existen leyendas que vinculan a diferentes localidades con
dicha entidad religioso-militar. Torija, Albendiego, Trijueque, Albalate de
Zorita o el Alto Rey son algunas muestras de ello.
Pero, en
realidad, ¿qué importancia tuvieron los templarios en Guadalajara?
La
relevancia fue pequeña asegura el
cronista Antonio Herrera Casado. No podemos decir que estos monjes tuvieran una
gran presencia en la provincia
De hecho,
cuando se comenzaron a hacer las primeras investigaciones eclesiásticas en la
zona no se encontraron grandes muestras de la Orden. “Sabemos que el prelado
seguntino mandó realizar pesquisas, localizándolas en las villas de Sigüenza,
Molina de Aragón, Atienza, Ayllón [Segovia], Caracena [Soria], Cifuentes,
Berlanga de Duero [Soria], Almazán [Soria] y Medinaceli [Soria], con un
resultado negativo: ni en tales villas ni en sus aldeas el Temple tuvo
posesiones”, asegura Ángel Almazán.
Una realidad
que no impide que se hayan localizado varias huellas de la Orden en diferentes
puntos de la provincia. “Hubo algunos conventos sueltos y unas pocas
pertenencias, pero aún así han quedado restos”, confirma Herrera Casado
a Henares al Día.
Un ejemplo
de esta presencia lo encarnó el convento de San Benito, emplazado en el valle
que se inicia en Torija. Debió estar ubicado “500 metros más abajo del
castillo” de la localidad. Sin embargo, “no queda absolutamente nada” del
referido oratorio.
A pesar de
ello, la mencionada presencia fue confirmada por el historiador Juan de Mariana
en 1592. Dicho estudioso aseguró que estos monjes tenían en España 12
conventos. De ellos, “en una bula del papa Alejandro III se nombran cinco: el
de Montalván, el de San Juan de Valladolid, el de San Benito de Torija, el de
San Salvador de Toro y el de San Juan de Otero, en la diócesis de Osma”.
“La
tradición situaba al convento torijano en un altozano frontero con el actual
castillo del lugar, aunque sólo se conserva el recuerdo del mismo, sin ninguna
huella material”, aseguraba el medievalista Gonzalo Martínez Diez en uno de sus
trabajos.
Sin embargo,
la presencia arriacense de la Orden no finalizaría en dicha localidad
arriacense. Un poco más arriba, en Trijueque, también pudo haber rastro de los
monjes guerreros. “La villa, completamente amurallada durante la Edad Media, y
cercana a Torija, tuvo algunas pertenencias templarías”, confirma Antonio
Herrera Casado.
De manera
parecida se expresaba el cronista provincial Juan Catalina en 1905 –citado por
Ángel Almazán, cuando señalaba que “parece que estos monjes se establecieron en
Torija. Y, si esto es verdad, nada de particular ofrece que tuviesen algunas
posesiones en el inmediato pueblo de Trijueque”.
POR TODA LA PROVINCIA
Además, si
el caminante se dirige hacia la sierra norte, se debe dirigir al santuario de
Santa Coloma, en Albendiego. “¿Construyeron estos monjes un pequeño templo en
la localidad, dedicado a Santa Columba? Es posible”, asegura Ángel Almazán.
Tampoco se
puede obviar la ermita del Alto Rey, emplazada en la cumbre de la montaña a la
que da nombre. Allí, según Herrera Casado, “parece” que los mencionados
religiosos tuvieron una “casa ocupada”. Sin embargo, no queda documentación al
respecto, ya que fue destruida. Eso sí, existen varias menciones en diversas
crónicas y documentos históricos.
Entre ellos,
el Diccionario de Madoz. “En la cúspide de la sierra hay una ermita dedicada al
Todopoderoso, bajo el título de Rey, y vulgarmente de Sato Alto Rey, de gran
nombradía y veneración entre los pueblos comarcanos: es toda de piedra de
sillería y reedificada con mucha solidez a fines del siglo pasado por el XVIII;
antiguamente hubo en su inmediación un convento de templarios, cuya iglesia
parece fue la ermita indicada”, cita Ángel Almazán.
Empero, las
tradiciones sobre esta Orden no finalizan aquí. Existen muchos otros lugares de
la provincia en los que pudo haber presencia de dicha organización. Entre
ellos, Cubillejo de la Sierra o el castillo de Zafra. “Tal adscripción
templaría tuvo lugar con posterioridad a la donación realizada en 1143 por
Ramón Berenguer IV de ambos enclaves a la Comunidad de Daroca”, asegura Ángel
Almazán tras leer a Heredia, Marco y Sanz.
Y sin salir
del Señorío molinés, también se debe mencionar el Barranco de la Hoz. Más
concretamente, la zona próxima a la ermita de la Virgen existente en la zona.
“El periodo de tiempo que las crónicas históricas asignaban al Temple como
residente en el paraje se extiende desde 1245
año en el que los Canónigos Regulares de San Agustín abandonaron el
lugar hasta la extinción de la Orden [de
monjes guerreros]”, confirma Almazán.
Un poco más
allá, en Ocentejo, también se suceden las leyendas templarías. El cronista Juan
Catalina según las palabras recogidas por Ángel Almazán aseguró que “entre este
pueblo y Huerta Hernando, en una angostura que forma el río Tajo, existen las
ruinas de un monasterio muy antiguo que alguno atribuyó a esta Orden. Lo más
curioso que queda allí, según informes que nos han dado, son árboles y arbustos
exóticos, al parecer procedentes de países orientales, que se supone fueron importados
por los antiguos monjes en la época de las Cruzadas”. Sin embargo, una riada
acaecida “poco antes de 1578” afectó a dichos restos.
Además, en
otros puntos de la provincia como la Alcarria también existieron posesiones de
la Orden. Por ejemplo, en Albares, donde quedan los restos de la ermita de
Santa Ana. “En el Diccionario de Madoz podemos leer que este santuario, según
la tradición, fue un convento u hospedería de los templarios”, confirma Ángel
Almazán.
Asimismo, en
Albalate de Zorita también habría existido presencia de los templarios, más
concretamente, en la ermita de Cubillas, que
según las Relaciones Topográficas de Felipe II, pudo presentar algunos
elementos de estos monjes. “En esta localidad pervive aún un ejemplo que pudo
ser importante bastión del Temple: se trata del mencionado santuario, a mitad
de camino entre el pueblo y el Tajo”, asegura Herrera Casado.
“Documentalmente
se sabe que dicho lugar de Albalate, con todas sus posesiones, perteneció a la
Orden de Calatrava durante varios siglos. Teniendo en cuenta que ésta, junto a
otras órdenes caballerescas y religioso militares, fueron herederas de los
bienes del Temple tras ser suprimido, es probable que también en el caso
albalateño los calatravos heredaran a los templarios”, añadía Herrera Casado.
EL CASO DE LA CAPITAL
Incluso, la
tradición señala que Guadalajara capital pudo contar con presencia de la Orden.
Así se expone en las Relaciones geográficas topográficas de Felipe II. “Tiene
esta Ciudad Monasterios de Frailes: uno de ellos de la orden de San Francisco,
que se entiende ser de los mejores del Reino Fue primero Casa de la orden de
los caballeros templarios. Y después de ser estos religiosos destruidos, fue
dada esta Casa a los Frailes Franciscanos Claustrales”, se indicaba en el
mencionado documento, según Ángel Almazán.
Sin embargo,
hay debate sobre la estancia de los «guerreros de la cruz» en la actual
cabecera provincial. El cronista Francisco Layna Serrano llegó a mostrar sus
dudas. “Al haber sido arrasados los archivos de los templarios, hace imposible
saber qué hay de verdad sobre su convento de Guadalajara, aunque es poco
probable que existiera, teniendo otro en la cercana villa de Torija”, explicaba
dicho experto. “En lo que a mí respecta, creo que es muy probable que el Temple
tuviera un convento en Guadalajara”, contradice Ángel Almazán.
Polémicas
aparte, ¿por qué los mencionados religiosos se vieron rodeados por esta
importante mitología?
La Orden del Temple es un relevante «imán», un gran «panal de rica miel» para proyecciones inconscientes de arquetipos e ideas de todo tipo concluye Ángel Almazán de Gracia. Por eso se dicen tantas cosas de «enclaves templarios» y se interpretan de formas dispares estos lugares y su iconología…
henaresaldia.com
Hermano Carlos M. Gradoli
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA
GLORIAM