El conde Fernán González el Lignum Crucis
y
la leyenda del
Templario
Al sur de la provincia de Burgos (norte de España), se
encuentra el Monasterio de San Pedro de Arlanza, un lugar mágico repleto de
leyendas donde el conde Fernán González tomo las fuerzas precisas para lo que
sería el nacimiento del reino de Castilla.
A orillas del río Arlanza, en una comarca de la provincia de
Burgos (norte de España), se mantiene erguidas las ruinas de lo que años atrás
fue uno de los principales monasterios de la Castilla Condal. Se trata del
monasterio de San Pedro de Arlanza, fundado por Gonzalo Fernández, padre de
Fernán González, en el año 912, y caído en desgracia por “obra” de la famosa
“Desamortización de Mendizábal” de 1836. Aunque a lo largo de su dilatada
historia fue expoliado en diversas ocasiones.
Lo que queda del monasterio, que permite apreciar su
singularidad, mantiene aún un encanto que se mueve entre lo místico, lo mágico
y lo legendario.
Enclavado en medio de una cerrada curva de la carretera que
une las localidades de Covarrubias, otro lugar con historia, y Hortigüela, al
pie de la calzada aparece, de repente, en medio de un conjunto de rocosos
cañones excavados por el paso ancestral del río Arlanza.
TESTIGO DE LA HISTORIA DE CASTILLA .
Sus restos dan muestra de lo que tuvo que ser en un
principio la aventura de los monjes que allí se retiraron y cuya congregación
fue testigo del paso de la historia de Castilla y de España.
Se cuenta muchas leyendas vinculadas al cenobio, pero el
sentimiento inicial que produce al contemplarlo es contrastar con la historia
la realidad de que fue allí donde nació Castilla, donde el conde Fernán
González tomó las fuerzas precisas para que Castilla deviniese en lo que
posteriormente llegaría a ser, y en la confianza de cómo se debería combatir al
árabe invasor para recuperar tierras y país.
Cuenta la tradición, la leyenda, la historia, como se quiera
considerar, que estaba el conde de cacería por unos valles angostos próximos al
río en las tierras de su padre, cuando un enorme jabalí le salió al paso.
Intentando darle caza llegó hasta una cueva donde se
encontró con un ermitaño, de nombre Pelayo, y que éste le profetizó un futuro
muy brillante, tanto a él como a sus descendientes, y le anunció que sería
quien llevaría a cabo la independencia de Castilla.
Fernán González se retiró algo alterado, pero quiso volver
para hablar con Pelayo, lo cual fue imposible pues el eremita había muerto. No
obstante, y ahora es cuando parece que entra la leyenda más en su función, se
apunta que se le apareció en sueños y le dijo que derrotaría a los árabes en
diversas batallas, lo que fue ocurriendo a lo largo de su vida, en los combates
que tuvo contra las tropas de Abderramán III.
En gratitud a esa profecía y al hecho de que los primeros
combates fueron exitosos, fue fundado por el conde el monasterio. En un
principio sus pobladores no fueron otros, que la multitud de ermitaños que
habitaban en las cuevas próximas, pero ya en los años posteriores fueron
llegando al lugar monjes que llegaron a formar una comunidad de más de 180 a
principios del siglo XIII. Forma parte de la Orden de San Benito.
De su importancia y singularidad da cuenta un documento del
siglo XVI firmado por el abad en ese momento, Fray Antonio Yepes, quien destaca
la cantidad de reliquias que en él reposan :
“Son tantas las que leí de confesores y mártires, que me
pareció cosa prolija referirlas en este lugar, sólo diré de San Pedro y San
Pablo, a quien la iglesia está dedicada, y de ellos hay dos reliquias notables:
buena parte de un brazo de San Pedro, y un dedo de San Pablo. Hay ocho cuerpos
de santos: San Vicente, Santa Sabina y Santa Cristeta, mártires; San Pelayo,
San Arsenio y San Sylvano, y el santo abad García y el santo rey Wamba”.
También hay una referencia al “Lignum Crucis” que albergó el
cenobio, según su abad: “hay un trozo grande en esta casa de la cruz en que
padeció el Señor, dicen que la envió el papa Juan XI al conde. Está el Lignum
Domini engastado en oro, con muy buenas labores, y en forma de la figura de la
cruz que llamamos de ordinario de Caravaca o de Santispíritus”.
Los restos del conde y de su esposa Sancha fueron
enterrados, por su propia petición, en el monasterio, donde reposaron, desde el
año 970, hasta que tras la etapa de la desamortización, ambos sarcófagos fueron
trasladados a la Colegiata de Covarrubias, donde permanecen en la actualidad.
El monasterio, en su conjunto, presenta una construcción con una superposición
de diferentes estilos, dado que su construcción se dilató en el tiempo.
Así, la iglesia, comenzada en el año 1080, tenía tres naves
y tres ábsides en la cabecera, en un primer planteamiento románico; durante el
desarrollo del gótico se llevaron a cabo modificaciones que cambiaron su
aspecto general, si bien se conservaron algunos capiteles.
Entre los restos visibles en la actualidad, se puede
observar los restos de la monumental iglesia, los tres ábsides semicirculares,
con amplios presbiterios; también se conserva la torre, levantada a finales del
siglo XII, así como el claustro, la sala capitular y el óculo de doble
abocinamiento en la parte superior del hastial del imafronte. En lo alto del
monte, vigilando el monasterio, se encuentran los restos de una ermita dedicada
precisamente a su custodio el ermitaño.
Como no puede ser de otra forma, por lógica, un lugar que se
encuentra enclavado en un lugar tan especial, ha generado numerosas leyendas en
su entorno, algunas de las cuales merece la pena ser mencionadas por su
curiosidad, y por la existencia de documentación al respecto que demuestra que,
al menos en una o dos de ellas, hay algo más detrás.
Ya se ha comentado la existencia del “lignum crucis”, datado
por el abad del monasterio. Pues bien, con respecto a esta reliquia se cuenta
que, con palabras del propio clérigo, cuando los Viernes Santos y las fiestas
de la cruz, como es ceremonia acostumbrada por la Orden de San Benito, “la
adoramos, postrándose todo el convento por el suelo, y en semejantes días son
testigos todos los monjes que han hecho aquella ceremonia, que hay en el templo
un olor perfectísimo, cual nunca se suele sentir en otras ocasiones. También el
santo madero es remedio contra endemoniados, y cuando se temen el hielo y el granizo”.
Otro hecho curioso, es el que protagonizó un obispo de
Burgos, que al no creer que fuese una reliquia verdadera, decidió arrojarla al
fuego, sin que sufriera ningún daño. Desgraciadamente, el expolio llevado a
cabo en el monasterio hace que hoy en día se desconozca donde se encuentra esta
reliquia, e incluso se suele poner en duda su real existencia, a pesar del
comentario del abad Fray Antonio Yepes.
LA LEYENDA DEL TRES EN RAYA.
Dejando aparte otros tipos de fenomenología, la leyenda más
curiosa de todas cuantas pueden vincularse a San Pedro de Arlanza, tiene cómo
protagonistas a "los templarios", es sin lugar a dudas, el juego a
las tres en raya que mantuvieron un caballero templario con el Diablo.
“Cuando el abad Vicente decidió ampliar el monasterio, mandó llamar al maestro constructor Guillermo. Pero ocurría que, al tratar de construir en la iglesia, el trabajo realizado por el día quedaba desbaratado por la noche, ya que llegaba el demonio y echaba abajo todas las piedras, desmontaba los andamios y escondía las herramientas.
Desesperados el abad y el constructor, decidieron pedir
consejo a un ermitaño que vivía en las proximidades del río. Este les aconsejó
ir a buscar ayuda al pueblo Monasterio de la Sierra, próximo a Salas de los
Infantes, donde había un viejo caballero templario que quizás pudiera darles un
remedio.
El templario que sabía de artes desconocidas estudiadas en
Tierra Santa, les acompañó hasta las obras y allí pidió al constructor que
dibujase en el suelo un dibujo que describió como un tablero para el juego del
alquerque, conocido como “tres en raya”. Hecho esto, se sentó junto al tablero
y esperó la llegada de la noche. Al aparecer el diablo le saludó y dijo: ¡ Eh,
Diablo ¡ , ¿Quieres el alma de un viejo soldado?. Cómo es sabido, el diablo
siempre ávido de almas acepto gustosamente. Pero para entregar su alma, el
templario firmó un pacto con el demonio con las siguientes condiciones.
Jugarían una partida sobre el tablero. Si ganaba el diablo, se llevaría el alma
del caballero y quedaría como dueño del monasterio; si perdía o abandonaba la
partida, debería reconstruir lo que había derribado, terminaría la obra y no
volvería a molestar nunca más.
El juego comenzó colocando el demonio la ficha del centro.
Cada uno fue situando sus fichas convenientemente, y cuando el diablo llevaba
las de ganar y tan sólo le falta mover la ficha central, al levantarla se
encontró con un signo sagrado grabado en la piedra que ya había sido utilizado
por Salomón para combatir los entes malignos y que éstos le ayudasen a la
construcción del Templo. Ante ese signo, el demonio lanzó una tremenda
maldición y desapareció.
Las obras estaban acabadas a la mañana siguiente, tanto la
ampliación del monasterio como las de la iglesia. El tablero quedó allí grabado
y, de hecho, hoy se puede contemplar en la nave sur, junto a la puerta de
acceso al claustro. Hay más leyendas, pero como San Pedro de Arlanza y la
comarca en la que se encuentra bien merece una visita, es bueno que cada cual
llegue hasta allí y las descubra por sí mismo, tanto recorriendo las
localidades próximas de Covarrubias, Santo Domingo de Silos..., y parajes naturales cómo el Desfiladero de la
Yecla.
Paisajes, lugares, localizaciones que merecen otros espacios
y tiempos, porque todos ellos guardan su propia historia.
Lostiempos.com
Hermano Carlos M Gradolí.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA GLORIAM