La Santa Misa es substancialmente el mismo sacrificio
de Cristo en la cruz, con todo su valor infinito. No hay entre ellos sino solo una diferencia accidental, el modo de
realizarse, que fue de forma cruenta en la cruz y de forma incruenta en el
altar. La Santa Misa, como reproducción del sacrificio de nuestro Señor, tiene,
los mismos fines y produce los mismos efectos que su muerte redentora, a saber:
A) Adoración: la Misa rinde a Dios
adoración absoluta, digna y rigurosamente infinita, y esto es así por la
dignidad infinita del Sacerdote Principal, que es Cristo, y por el valor de la
Víctima ofrecida, que es el mismo Cristo.
C) Petición: Jesús se ofrece en la Santa
Misa a Dios Padre para obtenernos por el mérito infinito de su oblación, todas
las gracias de vida divina que necesitamos. Así nuestra oración personal,
incorporada a la del Señor Jesús en la Misa obtiene una dignidad y una eficacia
especial.
D) Acción de Gracias: por medio de la
Santa Misa, ofrecen al Dios Padre un sacrificio de acción de gracias que supera
la deuda contraída por nuestros pecados y sirve para agradecer los inmensos
beneficios de todo orden que hemos recibido de sus manos; porque es el mismo
Cristo el que se inmola por nosotros, y en nuestro lugar da gracias a Dios.
Y podríamos seguir enumerando tantas realidades profundas con respecto al Santo
Sacrificio del Altar, pero basten éstas para decir: ¡Cuántas riquezas hay
encerradas en cada Santa Misa, y qué poco la valoramos!
Que el Señor nos conceda la gracia de valorar cada vez más la Santa Misa, y el milagro que en ella se realiza: la Sagrada Eucaristía, fuente y culmen de toda la vida cristiana.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA
GLORIAM