También, la
oración mixta, consiste en meditar y ponderar bien lo que hizo y sufrió
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, y en contemplar la divinidad de la
humanidad. También es oración mixta el contemplar a DIOS en todas las cosas por
esencia, por presencia y potencia, reconociendo que toda la hermosura, belleza,
santidad y perfección que en ellas vemos es una participación de Dios.
El Templario
que tiene ese don, mira a los demás con sumo respeto y reverencia,
posponiéndose a todos, y sumiéndose en lo profundo de su propia nada y de sus
pecados.
El Templario
que tiene este precioso don de oración, sabe que Dios está en el alma del justo
justificándola y animándola por la gracia, como así dice el Arcángel a María
Santísima: "Ave gratia plena, Dominus tecum." Pero el justo apenas
conoce su dicha. Más hay otro grado, y entonces sí que la conoce, y es cuando
Dios está en el alma del justo por alguna especial consolación o sentimiento, y
es entonces cuando decimos, que el Templario es Templo de Dios.
A veces el
alma del justo tiene un gozo tan grande que le parece que se derrite ya en las
lágrimas de ternura, ya en las lágrimas de dolor de haber pecado y ofendido a
Dios que conoce qué es un Padre tan bueno, a quién ha correspondido con tanta
ingratitud que muere de pena. Esta pena le impele a buscar y abrazar las más
ásperas penitencias, y castigándose se consuela algún tanto.
Hermano,
recuerda que Dios en el alma del justo hace lo que la luz del fuego, que
ilumina, caliente y convierte en fuego el combustible, derrite los minerales y
calcina las piedras, pues estos mismos efectos causa el fuego que Jesús vino a
traer sobre la tierra.
Por último,
pondera Hermano, que el justo con esta Luz conoce algún tanto la hermosura de
Dios, su bondad, su omnipotencia, y demás atributos divinos, y al propio tiempo
conoce la fealdad, la malicia, la vileza y las demás miserias humanas. Y por
todo ello, y como Templario, desearás deshacerte de todo aquello que te aleje
de esa Luz, para ya en esta tierra vivir en la Luz de Dios y llenarte de su
gracia.
¿Quién,
pues, podrá separarnos del amor de Cristo?
Fr.++++ Jose Miguel de Nicolau y Gonzalez
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA GLORIAM