Hermano del
Temple, considera cuan profunda, admirable y gloriosa es la humildad que María,
la Virgen Santísima, ejercita en sus relaciones con los prójimos, Ella escoge
siempre el postrer lugar, acordándose del consejo de su divino Hijo, que dice:
"Si fueras convidado, ponte en el último lugar" Va a ser Madre de
Dios, y se llama esclava; es Maestra de los Apóstoles, y en las juntas y
reuniones de los cristianos busca el último lugar. Se somete con prontitud,
humildad y rendimiento a todas las leyes y ordenaciones de Dios, aunque le
acarrearan alguna afrenta o infamia, y obedece alegre a todas las leyes que le
dan los Apóstoles. Sirve, no sólo a sus superiores e iguales, sino aún a los
inferiores; busca los oficios más bajos y despreciados, sin desdeñarse de
hacerlos, aunque es la Reina del universo. Y cuánto es de su parte, oye de
todas las cosas que pueden proporcionarle honra y estimación entre los hombres,
no es extraño que el Señor se enamore tanto de Ella y le dé el primer lugar después
de Sí.
Cuan dichoso
serías, Hermano Templario, si imitases esta humildad de María, serías agradable
a Dios, y tú trato y compañía sería grata a los hombres. Así como la soberbia
es una peste que divide los corazones y engendra entre los hombres contiendas y
discordias, así la humildad es un lazo de oro que une los corazones y los
espíritus. El humilde, con todos vive unido; con los superiores a quienes
venera y obedece, con los iguales a quienes respeta y ama, y con los
inferiores, a quienes no se sobrepone con orgullo, sino que los trata con amor,
poniéndose a los pies de todos. Resuelve por ello Hermano, lo que te conviene
hacer para practicar la humildad en los modos dichos, y pide a la humildísima
Virgen que haga firmes y duraderos tus propósitos y no te las des de humilde si
no cumples estas pautas.
Fr. ++++ José Miguel
de Nicolau y González
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA GLORIAM