Querido Hermano Templario, considera que estando Cristo
nuestro Señor subido en una pequeña embarcación con sus discípulos, se durmió,
y al punto se levantó en el mar una gran tempestad. Y aquí hemos de considerar
dos cosas. La primera, que si la navecilla en que navega Cristo padece tormenta
donde el demonio no es piloto, esto es, si el alma del justo y santo es
atribulada y afligida con tentaciones y trabajos, la del malo y pecador que
está en pecado mortal, ¿que padecerá?. La segunda, como todos los que llegan al
servicio de Dios, de ordinario padecen tempestades y tentaciones, que así lo
dice el Espíritu Santo: " hijo, al determinarte a servir a Dios, te has de
preparar para la tentación". Y así muchas veces permite Nuestro Señor que
se levanten contra nosotros bravas tempestades de persecuciones y tentaciones;
y Él se nos hace como el dormido, como quién se descuida de nosotros. Sacarás
de aquí deseos de resistirte a la furia de tus tentaciones, que Dios te dará la
mano al tiempo de la mayor necesidad, y te sacará del peligro, como sacó y
libró a sus Apóstoles, porque acudieron a Él, y le pidieron su favor y ayuda.
Pondera como viendo los Apóstoles que su trabajo era en vano, acudieron luego a
Dios para que los ayudase y le dijeron: "Señor, libradnos, que
perecemos". Pondera como Nuestro Señor se hizo el dormido, no acudiendo de
pronto a remediar a sus Apóstoles, aunque veían su peligro, lo uno para que
echasen de ver cuán poco podían sin Su ayuda; y lo otro, porque quiso que le
llamasen al tiempo de la necesidad. Reflexiona, también, cuán negligente has
sido tú en las tormentas de las tentaciones en qué te has visto de acudir a
Cristo nuestro Señor, pidiéndole su favor y ayuda, y de aquí ha venido que
muchas veces se ha anegado la navecilla de tu alma, siendo tú en ella vencido y
hundido. Por ello hemos de sacar de aquí deseos de acudir a Dios en todo tiempo
para que nos ayude, y especialmente en el de las tentaciones y trabajos
diciendo: "Señor, libradme de esta tentación que causa esta tempestad en
mi alma; libradme de este vicio y de este peligro para mi alma". Qué
siendo este Señor llamado con fe y confianza, te socorrerá y dará sosiego, paz,
y quietud a tu alma.
Considera Hermano, que al despertar Cristo, respondió a sus
discípulos, y les dijo: "Hombres de poca fe, ¿porque temeis?" Como
quien dice: "Estando Yo en vuestra compañía no hay que temer". Por
ello, Hermano, sacarás de aquí deseos de ser Soldado de Cristo, para saberle
seguir por donde quiera que fuere, por mar y por tierra, por montes y valles;
no haya peligro ni trabajo que te haga desamparar Su santa compañía, ni
turbarte aunque te veas con el agua de las tribulaciones al cuello, o la soga
de las tentaciones en la garganta, si no quieres ser reprendido de Cristo
nuestro Señor; pues son muchas veces las que lo hacemos tan mal y tenemos tan
poca obediencia a sus mandamientos, que nos olvidamos que hemos sido criados y
formados para obedecerle y servirle como verdaderos Soldados de la Blanca
Milicia de Cristo.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA GLORIAM