La
envidia es el deseo de obtener algo que posee otra persona y que uno carece. Se
trata, por lo tanto, del pesar, la tristeza o el malestar por el bien ajeno. En
este sentido, la envidia constituye el resentimiento el sujeto no quiere
mejorar su posición sino que desea que al otro le vaya peor.
Mirar
con malos ojos a alguien. Es un sentimiento común padecido por todos en algún
momento de nuestras vidas y que necesita manejarse convenientemente debido a
las emociones generadas tales como impotencia, tristeza, malestar, enfado.
El Gran Lugarteniente pidió a nuestra Orden tras
los últimos acontecimientos de seguir trabajando por la unidad entre todos, de
desterrar las murmuraciones que siembran cizaña y las envidias que envenenan,
porque ser hombres y mujeres del Temple significa ser hombres y mujeres de
comunión; significa también pedir un corazón que sienta la Iglesia, Madre
nuestra y Casa nuestra. La alegría multiforme del Espíritu Santo”.
Muchos
que dicen ser Templarios no se sienten aceptados por Dios, o les cuesta recibir
su amor por ellos. Como resultado, se sienten inseguros y no experimentan la
identidad y la relevancia de ser los hijos de Dios de los que habla el Temple.
Sin esta seguridad, los demás se convierten en una amenaza y surge la envidia.
Si
los cristianos entienden la identidad que Dios les da como hijos y la
relevancia que tienen a través del trabajo que les llama a hacer, no tendrían
la necesidad de envidiar a nadie.
A
partir de la fuerza que nos da nuestra identidad y relevancia, ambas regalos de
Dios y recibidas por fe, podemos liberarnos de la envidia. Este problema se
convierte en un gran obstáculo para ejercer el amor cristiano.
Como
es bien sabido por todos, el deseo de poseer aquello que otros tienen o
consiguen, así como sentir cierta rabia o frustración ante los éxitos ajenos,
incluso el simple deseo de querer que no obtengan algo deseado por nosotros,
supone sin duda alguna, un sentimiento negativo que genera malestar en la
persona, pudiendo quedar catalogado este tipo de sentimiento como destructivo.
Experimentar
plenamente la riqueza de nuestra identidad y relevancia en Cristo puede ser un
desafío para cualquier cristiano. Para muchos esto es un proceso de
descubrimiento que durará hasta que conozcan al Señor cara a cara.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA GLORIAM