Según el
Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona
de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él
tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido
revelada por Jesús en su Evangelio.
El
Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia
hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la
Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y
acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como
una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y
un carácter personal.
El Espíritu
Santo, el Don de Dios
El
Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la
fe y nos inicia en la vida nueva. Él es quien nos precede y despierta en
nosotros la fe. Sin embargo, es el "último" en la revelación de las
personas de la Santísima Trinidad.
Mediante
el Bautismo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de
su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios
son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les
concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al
Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el
conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra
por el Espíritu Santo.
El
Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de
nuestra salvación y hasta su consumación. Sólo en los "últimos
tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, es cuando el
Espíritu se revela y se nos da, y se le reconoce y acoge como Persona.
El
Paráclito, que literalmente significa "aquel que es invocado", es por
tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús nos presenta
al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro Paráclito". El
abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables
debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro
de perder la vida y la salvación eterna.
Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "otro
paráclito" porque continúa haciendo operante la redención con la que
Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.
El
Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa
el Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La
distinción entre la verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.
Permanecer
y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los
discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de
los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de
Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.
Algunos de los Símbolos
Al
Espíritu Santo se le representa de diferentes formas por ejemplo:
Agua: El simbolismo del agua es significativo de la
acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el
signo sacramental del nuevo nacimiento.
Fuego: Simboliza la energía transformadora de los
actos del Espíritu.
La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo
aparece en forma de paloma y se posa sobre Él.
El Espíritu Santo
y la vida cristiana
A partir
del Bautismo, el Espíritu divino habita en el cristiano como en su templo.
Gracias a la fuerza del Espíritu que habita en nosotros, el Padre y el Hijo
vienen también a habitar en cada uno de nosotros.
El don
del Espíritu Santo es el que: nos eleva y asimila a Dios en nuestro ser y en
nuestro obrar; nos permite conocerlo y amarlo. El cristiano tiene la fuerza
necesaria para luchar contra todo lo que se opone a la voluntad de Dios.
Dones del
Espíritu Santo
Don de la Ciencia: es el don del Espíritu Santo que nos permite
acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener la
fe del bautismo.
Don del consejo: saber decidir con acierto, aconsejar a los
otros fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de Dios.
Don de la Fortaleza: es el don que el Espíritu Santo concede al fiel,
ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural.
Don de la Inteligencia: es el del Espíritu Santo que nos lleva al
camino de la contemplación, camino para acercarse a Dios.
Don de la Piedad: el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni
indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la
piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas.
Don de la Sabiduría: es concedido por el Espíritu Santo que nos permite
apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina.
Don del Temor: es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo
debemos todo a la misericordia divina.
NON NOBIS
DOMINE
NON
NOBIS
SED
NOMINI
TUO
DA GLORIAM