Querido Hermano Templario, considera que nosotros podemos
ser restitución, eucaristía. Es la respuesta, es el segundo tiempo, es el feliz
éxito del gesto de Dios. "Todo lo que es tuyo es mío": Dios se ha
dado. "Y todo lo que es mío es tuyo", respondemos. Dios no habrá
arriesgado en vano su amor a nosotros. Dios no habrá lanzado en vano su
llamada, nuestra fidelidad le responde: Todo lo que es mío, es Tuyo hágase tu
voluntad, venga tu reino, que tu nombre... Y esta respuesta le permite volver a
empezar lo que constituye su alegría, volver a empezar a darnos lo que acabamos
de devolverle: su vida, su amor, su beatitud, su Hijo. Este gesto de
Eucaristía, de tránsito es en si el acto más alegre del mundo. Nos hace
conforme a nuestra verdadera naturaleza, rehace en nosotros ese ser filial y
libre que se llega a ser cada vez que se acepta ser una nueva criatura, cada
vez que se acepta, habiendo devuelto todo, recibirlo todo de nuevo. Nos
restituye a Dios y a nosotros mismos, a aquel que Dios querría que fuéramos. La
Eucaristía es el gesto más profundamente natural del hombre, porque es ese
movimiento más natural de Dios, su misma respiración.
Hermano Templario, el que da la vida es el Padre. El que da su vida es el Hijo. Dios
es el que da la vida. Todos nuestros esfuerzos no lo conseguirían nunca. Él
había dado el soplo de vida a Adán. El Hijo, nuevo Adán, lo ha devuelto.
"En tus manos entrego mi espíritu". Entonces, en Pentecostés, el
Padre nos ha dado de nuevo un soplo: el Espíritu que nos vivifica. Toda la vida
de la humanidad es la historia de este soplo: soplo sobre Adán para crearlo, de
Jesús para entregarse; soplo de Dios sobre nosotros para crearnos de nuevo,
soplo que incesantemente se comunica al que quiere dejarse animar, al que quiere
dejarse arrastrar por el ritmo de esta respiración divina.
Hermano, orar es aprender a respirar, a recibir el soplo y,
habiéndolo recibido, a devolverlo en el mismo impulso de alegría que nos había
animado por esta aspiración de todo nuestro ser. Aspirar, después expirar, como
Jesús ha expirado en la Cruz. Darse. Entregarse... en el diálogo al pie del
altar hay un eco de nuestra inquietud; "¿Porque estás triste, alma mía, y
porque me llenas de turbación?..." Y el acólito responde "Spera in
Deo..." vamos, vete y espera en Dios una vez más. Abre las manos, abandona
todo, devuelve tu vida, para que Dios pueda darte la suya.
Fr.++++ Jose Miguel E. Nicolau
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA GLORIAM