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jueves, 6 de abril de 2023

TEMPLARIOS EN GUADALAJARA

 

Los territorios peninsulares llegaron a contar con gran presencia de los monjes guerreros. “La Orden del Temple se extendió por todo el continente, aunque  en España mantuvo el carácter militar activo que poseyó en Palestina”.

Por tanto, en diversos puntos de la geografía española todavía se observa el rastro de los templarios. El castillo de Ponferrada (León), es un ejemplo. La fortaleza oscense de Monzón, otro. Y, en este contexto, Guadalajara no fue una excepción.

De hecho, en toda la provincia existen leyendas que vinculan a diferentes localidades con dicha entidad religioso-militar. Torija, Albendiego, Trijueque, Albalate de Zorita o el Alto Rey son algunas muestras de ello.

Pero, en realidad, ¿qué importancia tuvieron los templarios en Guadalajara?

La relevancia fue pequeña  asegura el cronista Antonio Herrera Casado. No podemos decir que estos monjes tuvieran una gran presencia en la provincia

De hecho, cuando se comenzaron a hacer las primeras investigaciones eclesiásticas en la zona no se encontraron grandes muestras de la Orden. “Sabemos que el prelado seguntino mandó realizar pesquisas, localizándolas en las villas de Sigüenza, Molina de Aragón, Atienza, Ayllón [Segovia], Caracena [Soria], Cifuentes, Berlanga de Duero [Soria], Almazán [Soria] y Medinaceli [Soria], con un resultado negativo: ni en tales villas ni en sus aldeas el Temple tuvo posesiones”, asegura Ángel Almazán.

Una realidad que no impide que se hayan localizado varias huellas de la Orden en diferentes puntos de la provincia. “Hubo algunos conventos sueltos y unas pocas pertenencias, pero  aún así  han quedado restos”, confirma Herrera Casado a Henares al Día.

Un ejemplo de esta presencia lo encarnó el convento de San Benito, emplazado en el valle que se inicia en Torija. Debió estar ubicado “500 metros más abajo del castillo” de la localidad. Sin embargo, “no queda absolutamente nada” del referido oratorio.

A pesar de ello, la mencionada presencia fue confirmada por el historiador Juan de Mariana en 1592. Dicho estudioso aseguró que estos monjes tenían en España 12 conventos. De ellos, “en una bula del papa Alejandro III se nombran cinco: el de Montalván, el de San Juan de Valladolid, el de San Benito de Torija, el de San Salvador de Toro y el de San Juan de Otero, en la diócesis de Osma”.

“La tradición situaba al convento torijano en un altozano frontero con el actual castillo del lugar, aunque sólo se conserva el recuerdo del mismo, sin ninguna huella material”, aseguraba el medievalista Gonzalo Martínez Diez en uno de sus trabajos.

Sin embargo, la presencia arriacense de la Orden no finalizaría en dicha localidad arriacense. Un poco más arriba, en Trijueque, también pudo haber rastro de los monjes guerreros. “La villa, completamente amurallada durante la Edad Media, y cercana a Torija, tuvo algunas pertenencias templarías”, confirma Antonio Herrera Casado.

De manera parecida se expresaba el cronista provincial Juan Catalina en 1905 –citado por Ángel Almazán, cuando señalaba que “parece que estos monjes se establecieron en Torija. Y, si esto es verdad, nada de particular ofrece que tuviesen algunas posesiones en el inmediato pueblo de Trijueque”.

POR TODA LA PROVINCIA

Además, si el caminante se dirige hacia la sierra norte, se debe dirigir al santuario de Santa Coloma, en Albendiego. “¿Construyeron estos monjes un pequeño templo en la localidad, dedicado a Santa Columba? Es posible”, asegura Ángel Almazán.

Tampoco se puede obviar la ermita del Alto Rey, emplazada en la cumbre de la montaña a la que da nombre. Allí, según Herrera Casado, “parece” que los mencionados religiosos tuvieron una “casa ocupada”. Sin embargo, no queda documentación al respecto, ya que fue destruida. Eso sí, existen varias menciones en diversas crónicas y documentos históricos.

Entre ellos, el Diccionario de Madoz. “En la cúspide de la sierra hay una ermita dedicada al Todopoderoso, bajo el título de Rey, y vulgarmente de Sato Alto Rey, de gran nombradía y veneración entre los pueblos comarcanos: es toda de piedra de sillería y reedificada con mucha solidez a fines del siglo pasado por el XVIII; antiguamente hubo en su inmediación un convento de templarios, cuya iglesia parece fue la ermita indicada”, cita Ángel Almazán.

Empero, las tradiciones sobre esta Orden no finalizan aquí. Existen muchos otros lugares de la provincia en los que pudo haber presencia de dicha organización. Entre ellos, Cubillejo de la Sierra o el castillo de Zafra. “Tal adscripción templaría tuvo lugar con posterioridad a la donación realizada en 1143 por Ramón Berenguer IV de ambos enclaves a la Comunidad de Daroca”, asegura Ángel Almazán tras leer a Heredia, Marco y Sanz.

Y sin salir del Señorío molinés, también se debe mencionar el Barranco de la Hoz. Más concretamente, la zona próxima a la ermita de la Virgen existente en la zona. “El periodo de tiempo que las crónicas históricas asignaban al Temple como residente en el paraje se extiende desde 1245  año en el que los Canónigos Regulares de San Agustín abandonaron el lugar  hasta la extinción de la Orden [de monjes  guerreros]”, confirma Almazán.

Un poco más allá, en Ocentejo, también se suceden las leyendas templarías. El cronista Juan Catalina según las palabras recogidas por Ángel Almazán aseguró que “entre este pueblo y Huerta Hernando, en una angostura que forma el río Tajo, existen las ruinas de un monasterio muy antiguo que alguno atribuyó a esta Orden. Lo más curioso que queda allí, según informes que nos han dado, son árboles y arbustos exóticos, al parecer procedentes de países orientales, que se supone fueron importados por los antiguos monjes en la época de las Cruzadas”. Sin embargo, una riada acaecida “poco antes de 1578” afectó a dichos restos.

Además, en otros puntos de la provincia como la Alcarria también existieron posesiones de la Orden. Por ejemplo, en Albares, donde quedan los restos de la ermita de Santa Ana. “En el Diccionario de Madoz podemos leer que este santuario, según la tradición, fue un convento u hospedería de los templarios”, confirma Ángel Almazán.

Asimismo, en Albalate de Zorita también habría existido presencia de los templarios, más concretamente, en la ermita de Cubillas, que  según las Relaciones Topográficas de Felipe II, pudo presentar algunos elementos de estos monjes. “En esta localidad pervive aún un ejemplo que pudo ser importante bastión del Temple: se trata del mencionado santuario, a mitad de camino entre el pueblo y el Tajo”, asegura Herrera Casado.

“Documentalmente se sabe que dicho lugar de Albalate, con todas sus posesiones, perteneció a la Orden de Calatrava durante varios siglos. Teniendo en cuenta que ésta, junto a otras órdenes caballerescas y religioso militares, fueron herederas de los bienes del Temple tras ser suprimido, es probable que también en el caso albalateño los calatravos heredaran a los templarios”, añadía Herrera Casado.

EL CASO DE LA CAPITAL

Incluso, la tradición señala que Guadalajara capital pudo contar con presencia de la Orden. Así se expone en las Relaciones geográficas topográficas de Felipe II. “Tiene esta Ciudad Monasterios de Frailes: uno de ellos de la orden de San Francisco, que se entiende ser de los mejores del Reino Fue primero Casa de la orden de los caballeros templarios. Y después de ser estos religiosos destruidos, fue dada esta Casa a los Frailes Franciscanos Claustrales”, se indicaba en el mencionado documento, según Ángel Almazán.

Sin embargo, hay debate sobre la estancia de los «guerreros de la cruz» en la actual cabecera provincial. El cronista Francisco Layna Serrano llegó a mostrar sus dudas. “Al haber sido arrasados los archivos de los templarios, hace imposible saber qué hay de verdad sobre su convento de Guadalajara, aunque es poco probable que existiera, teniendo otro en la cercana villa de Torija”, explicaba dicho experto. “En lo que a mí respecta, creo que es muy probable que el Temple tuviera un convento en Guadalajara”, contradice Ángel Almazán.

Polémicas aparte, ¿por qué los mencionados religiosos se vieron rodeados por esta importante mitología?

La Orden del Temple es un relevante «imán», un gran «panal de rica miel» para proyecciones inconscientes de arquetipos e ideas de todo tipo concluye Ángel Almazán de Gracia. Por eso se dicen tantas cosas de «enclaves templarios» y se interpretan de formas dispares estos lugares y su iconología…

henaresaldia.com

Hermano Carlos M. Gradoli

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