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miércoles, 15 de marzo de 2023

LOS TEMPLARIOS SEÑORES DE CINCA

Los templarios llegaron al Cinca en el siglo XII, especialmente después que el testamento del rey Alfonso I el Batallador les concediera precisamente a estas Órdenes la corona del reino.  (El Cinca es un río del noreste de España que nace en el valle circo de Pineta, en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, en el Pirineo Aragonés. Desemboca en el río Ebro. Conforma una rica región agrícola con Monzón, Fraga y alrededores).

Insólito testamento que el papado reivindicó, pero cuyo despropósito no fue admitido por la nobleza aragonesa. Sin embargo, como los templarios eran hijos de nobles que, además de ejercer sus devociones como frailes, eran soldados hábiles con las espadas, los condes catalanes y los reyes de Aragón los favorecieron con donaciones territoriales y numerosas rentas económicas. Los lugares con posesiones templarias son innumerables, aunque el desconocimiento sobre el Bajo Cinca ha sido hasta el presente una constante en la Historia de Fraga y en la de la Corona de Aragón.

Localidades y lugares que pertenecieron a la encomienda de Monzón como Ontiñena, Torre Cornel, Chalamera, Ballobar, Ficena, Calavera o Calvera, Ripoll y Alfántega, estaban ubicadas en lo que actualmente conocemos como comarca del Bajo/Baix Cinca.

Nadie se había preocupado por el estudio de los templarios de Fraga, de Torrente, de Mequinenza, de Zaidín, de Vilella y otras localidades del Cinca. Para LA CASA DE FRAGA, el estudio de la historia templaria de los pueblos de esta comarca merecerá una atención preferente, de forma que el 23 de abril de 2009, día de Sant Jordi, distribuirá una revista por toda la comarca intentando aproximar nuestra historia y nuestras tradiciones a la gente.

Los templarios llegaron a Fraga en octubre de 1149 coincidiendo con la capitulación de esta medina. En años sucesivos ocuparon numerosos lugares del entorno. Pero, a pesar del gran prestigio que gozaron en su tiempo, las ambiciones del rey de Francia hicieron que en diciembre de 1307 fuera constituido un tribunal en Tarragona que debía tratar sobre su disolución. En mayo de 1309 se rindieron los últimos templarios de la Corona de Aragón, cercados en el castillo de Chalamera. Su supresión definitiva fue en 1312. Aún así, el rey los dotó con rentas hasta su muerte. Su memoria es más que una leyenda.

El Castillo Templario de Monzón

A 65 kilómetros de Huesca, sobre un escarpado cerro, se alza esta poderosa fortalezas templaría. En época musulmana era una estratégica plaza situada en el límite de los distritos de Huesca y Lérida. En el siglo XI fue tomada por el Cid Campeador al frente del ejército musulmán del rey de la Taifa de Zaragoza. La vida del Cid está íntimamente ligada a esta fortaleza, en la que quedó bajo custodia durante años su famosa espada, la Tizona.

Tras el testamento de Alfonso I el batallador, se creó en Monzón una gran encomienda templaría, que llegó a ser la principal casa del Temple en la Corona de Aragón, centralizando aquí la comandancia militar. En Monzón se convocaron en numerosas ocasiones las Cortes de la Corona y otras reuniones importantes, como las previas a la conquista de Valencia o a los ataques al reino de Francia.

En este castillo pasó su infancia el futuro rey de Aragón Jaime I el Conquistador, bajo la tutela del maestre del templario. En el siglo XIV, cuando el Papa Clemente V ordenó el arresto de todos los miembros de la Orden del Temple, el comendador de Monzón, se hizo fuerte en este castillo. El ejército real sitió la plaza, tras siete meses de asedio los soldados del rey tomaron Monzón. Las posesiones templarias pasaron a la orden de San Juan de Jerusalén. Con el tiempo, la encomienda fue perdiendo importancia, aunque se mantuvo como tal hasta el siglo XVIII.

Muchas de las leyendas del castillo de Monzón hacen referencia a su red de galerías subterráneas. Se dice que los templarios disponían de ocho galerías subterráneas secretas para salir al exterior. Actualmente el castillo cuenta con una serie de paneles informativos, donde se explican algunas de estas galerías con fotos, mapas y dibujos. Las galerías subterráneas no sólo fueron importantes en el asedio final a los templarios, sino que Jaime I también las conocía. Cuenta una leyenda que se escapó del castillo por uno de estos túneles, llegando hasta el río Cinca, cruzándolo a nado con apenas ocho años de edad.

NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA GLORIAM