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miércoles, 26 de enero de 2022

REFLEXIÓN DEL GRAN MAESTRE

 

Querido Hermano Templario, parasubir a la perfección, no basta hacer las cosas que son propias de nuestro estado, es necesario hacerlas bien, es decir con exactitud, con fervor, y con perseverancia.

Con exactitud, sin omitir cosa alguna voluntariamente o con descuido culpable; sin quitar la menor parte del tiempo señalado. Esta exactitud mira también a la hora, al lugar, y al modo, porque no hacerlas en la hora señalada, en el lugar conveniente, con el modo que se prescribe, son otras tantas imperfecciones que disminuyen el valor de las obras, pues son otras tantas transgresiones de la voluntad de Dios, que todo es ordenada y se extiende a todo, sin olvidar las más menudas circunstancias.

Con fervor, no quiere decir con gusto sensible. Puede uno ser muy fervoroso y sentir repugnancia y no hallar en la oración más que sequedad y frialdad; antes entonces suele ser el fervor mucho más sólido y meritorio cuando nos hace obrar resuelta y deliberadamente, a pesar de las repugnancias y de las sequedades.

Con perseverancia, y esto es lo más costoso y lo que hacía decir a San Bernardo, hablando de la vida religiosa: "Que si se mira en ella cada ejercicio en particular, no es ni con mucho tan cruel como el martirio, pero que si se considera su dirección no hay martirio más insufrible". Así se ven muchos religiosos y muchos cristianos en el mundo, fieles a sus prácticas y a sus obligaciones en ciertos tiempos y en ciertos días en que están muy fervorosos; pero hallar quien camine siempre con igual paso, quien no tenga vicisitudes y mudanzas, quién no decaiga, ni se canse jamás hasta el último instante de su vida, es una especie de milagro; porque no hay virtud más difícil para el hombre que la constancia.

Querido Hermano Templario, estas son las tres reglas que debes observar en el camino de la perfección; pero al mismo tiempo, ¿no hayas aquí suficientes motivos para humillarte y llorar tus infidelidades?

Hermano Templario, entra dentro de ti, pide a Dios perdón, proponiéndote cambiar, a partir de hoy, en lo que ha de venir.

NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA GLORIAM