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jueves, 27 de agosto de 2020

REFLEXIONES DEL MAESTRE

 

Querido Hermano Templario, considera, lo primero, cuán liberalmente cumplió Cristo la promesa que hizo a sus Apóstoles de que se les mostraría en el monte de Galilea; y es de creer que les descubriría algo de su gloria y resplandor, como lo descubrió a los tres delante de quien se transfiguró en el monte Tabor. Todos los Apóstoles le adoraron y reconocieron por su Dios, y si algunos dudaron, dícelo el Evangelista aludiendo a las primeras dudas; más Jesús con su presencia las disipó, llenando a todos de alegría.

Oye a Jesús que, acercándose a ellos, les dijo: "Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id por todo el mundo, enseñad a todas las gentes y predicad el Evangelio a toda criatura".

Pondera como Cristo, por los méritos de su Pasión y muerte alcanzó en cuanto hombre toda potestad en el cielo y en la tierra; porque, aunque era suya en cuanto Dios, y se le debía por la union hipostática, y por ser cabeza de ángeles y hombres, pero también quiso ganarla con su muerte y Pasión, y por esto dijo a sus discípulos: "Ahora se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra". La potestad en el cielo es de abrir sus puertas y admitir dentro de él a los hombres, distribuyéndoles las sillas celestiales, y para mandar a los ángeles todo lo que quisiere en bien de sus escogidos. La potestad en la tierra es para perdonar los pecados, trocar los corazones y repartir sus gracias y dones espirituales con nosotros.

Considéra luego como usando Cristo de esta potestad, mandó a sus Apóstoles que fuesen por todo el mundo y enseñasen a todas las gentes, predicando el Evangelio a toda criatura, dando a todos noticia de los artículos de nuestra fe. Así instituyó a los Apóstoles maestros universales de la doctrina; y todo hombre que ame a Dios, tiene obligación de escucharlos y obedecerlos. En lo cual se echa también de ver como la voluntad de Cristo es, como dice San Pablo, que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Porque como la bondad del Padre celestial se muestra en que este sol corporal nazca para buenos malos, y la lluvia caiga sobre justos y pecadores, así la caridad de su Hijo se descubre en que el sol de su Evangelio alumbre a todos los hombres del mundo, y la lluvia de su doctrina ríegue los corazones humanos de toda la tierra, sin hacer diferencia de unos a otros, sin acepción de personas, porque todas son sus criaturas.

Fr.++++ Jose Miguel de Nicolau y Gonzalez

NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO D

GLORIAM