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domingo, 5 de febrero de 2017

HACIENDO EL CAMINO

¿Cómo ayudo a que los demás se preparen para que también llegue Dios a sus casas?

La Iglesia nos prepara, en una forma muy particular, para la venida del Señor. Y esta preparación, que supone un tiempo de mayor oración e introspección dentro del corazón, se debe convertir  también en una serie de preguntas respecto al modo en el que nos estamos acercando a Dios. Es importante que todos nos atrevamos a cuestionarnos el modo en el que cada uno está viviendo esta manifestación de Dios.
Todo este tema nos tendría que llevar a preguntarnos, en primer lugar, ¿cómo me llega a mí esta manifestación? Y en segundo lugar y quizá esta pregunta es mucho más importante ¿cómo me convierto en transmisor de esta manifestación de Dios? Porque no podemos olvidar que a todos y a cada uno de nosotros nos corresponde ser precursores del Señor.

El Evangelio de San Lucas nos narra un pasaje en el que Jesucristo cura a un paralítico. Un hombre, vamos a decirlo así, que estaba espiritualmente atado, un hombre sin esperanzas. Ese paralítico, en cierto sentido, somos todos los seres humanos.
Porque todos, de alguna forma o de otra, tenemos esta parálisis; de un modo u otro estamos atorados en nuestra existencia. Todos tenemos algo por lo que nuestra vida no acaba de caminar.

Es decir, hace falta alguien que prepare el camino para que el alma paralítica pueda encontrarse con el Señor. Vemos de forma muy clara que no se podría haber realizado sin estas personas.
Generalmente el camino del Señor no se prepara solo. La mayoría de los caminos de Dios necesitan de precursores. Nosotros somos los precursores. Cada uno de nosotros tiene que tener corazón de precursor que, en primer lugar, acepte esta misión y acepte que va a ser el que logre que Cristo llegue a otros corazones.
Cuánta gente hay en el mundo que vive nada más de palabras; viven hablando de la importancia que tiene el hacer cosas, sin atreverse a realizarlas. Cuántas veces, es a cada uno de nosotros, a los que se nos olvidan que más que decir, al precursor le toca hacer, le toca preparar el camino. Y cuántas veces, también, se nos olvida que el primer camino que tenemos que preparar para que llegue el Señor no es el camino ajeno, sino el propio camino.Todos los cristianos tenemos la misión de ser este Camino Santo.

Es decir, debemos ser precursores, ir delante del Señor anunciando a los hombres que tienen una esperanza ¿Cómo vamos a ser precursores si no tenemos al Señor en nuestro corazón? ¿Cómo puedo revelar a los hombres que tienen una esperanza, si a lo mejor yo soy el primero que carece de ella?.
Ser precursores no es simplemente hablar; ser precursores reclama,  permitir que Cristo pase a través de nuestro corazón.

Yo les invito a que con mucha sinceridad, cada uno se haga las siguientes preguntas: ¿De qué modo soy precursor? ¿Estoy permitiendo, por mi modo de vida, que los hombres puedan llegar a Dios?.

Hay que  ser capaces de que el Señor venga a nuestra casa y, como precursores, poder ayudar a que los demás se preparen para que también llegue a la suya.

NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO D

GLORIAM