Señor, mi vida no es digna de ti ni será
nunca perfecta, pero es lo único que tengo para ofrecerte.
Gracias por tu infinita paciencia, por cuánto
confías y recibo de ti.
Por sentir tú apoyo alentador animándome a
seguir levantándome cada vez que tropiezo, por tus bendiciones y por
acompañarme en cada una de mis batallas.
Gracias Señor.
Fr.+++ Carlos M. Gradoli