FR. + JUAN CARLOS SOTOCA
Silencio y paz.
Fue llevado al país
de la vida.
Para qué hacer
preguntas?
Su morada, desde
ahora, es el Descanso,
y su vestido, la
Luz. Para siempre.
Silencio y paz. ¿Qué
sabemos nosotros?
Dios mío, Señor de la Historia y dueño del ayer y del mañana, en tus manos están las llaves de la vida y de la muerte. Sin preguntarnos, lo llevaste contigo a la Morada Santa, y nosotros cerramos nuestros ojos, bajamos la frente y simplemente te decimos: está bien. Sea.
Silencio y paz.
La música fue
sumergida en las aguas profundas y todas las nostalgias gravitan sobre las
llanuras infinitas.
Se acabó el combate.
Ya no habrá para ella lágrimas, ni llanto, ni sobresaltos. El sol brillará para
siempre sobre su frente, y una paz intangible asegurará definitivamente sus
fronteras.
Señor de la vida y
dueño de nuestros destinos, en tus manos depositamos silenciosamente este ser
entrañable que se nos fue.
Mientras aquí abajo
entregamos a la tierra sus despojos transitorios, duerma su alma inmortal para
siempre en la paz eterna, en tu seno insondable y amoroso, oh Padre de
misericordia.
Silencio y paz.