Las
personas están confundidas por tantas ideas contradictorias que reciben a
través de los medios, que frecuentemente, invitan a disfrutar de la vida y a
buscar los placeres sin discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo moral o
inmoral. Parece que todo es bueno y que cada uno puede hacer lo que desee con
tal de no hacer daño a los demás.
Hay que
tener un indicador de valores siempre válido, como en años pasados y como lo
será en el futuro. Porque hay verdades que no cambian y que siempre tendrán
validez en la vida de las personas. Si uno realmente, busca con sinceridad la
verdad y el camino del bien aconsejo que haya que ser más sincero, honrado, humilde,
y fuerte para saber luchar contra los vicios. Y para tener siempre la alegría.
En el mundo
hay muchos y buenos ejemplos para seguirlos, hay que abrir los ojos y no dejarse
hipnotizar por los placeres, que nos
invitan a través de propagandas de la vida fácil. Con tu propia luz ilumina el
camino de tantos otros que necesitan de tu ayuda, de tu ejemplo y tu amistad.
No hay que
olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro
camino.
La Lectio
Divina puede ayudarnos a saborear en la oración la Palabra de Dios según el
Evangelio Es un itinerario que nos lleva al encuentro con el Señor por medio de
la Palabra.
Es un
encuentro con el Verbo, Jesús de Nazaret, que es el centro de toda la Biblia y
la Palabra definitiva y total del Padre.la oración permite ese íntimo diálogo
en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios.
El primer
teólogo, afirmaba que para leer la Biblia con provecho es necesario hacerlo con
atención, constancia y oración.
La «Lectio
divina» se convirtió en la columna vertebral de la vida religiosa. Las reglas
monásticas que harían de esa práctica, junto al trabajo manual y la liturgia,
la triple base de la vida monástica.
Alrededor
del año 1150, Guido, un monje cartujo, escribió un pequeño libro titulado «La
escalera de los monjes», en donde exponía la teoría de los cuatro peldaños: la
lectura, la meditación, la oración y la contemplación. Esa es la escalera por
la cual los monjes suben desde la tierra hasta el cielo, afirmaba.
Invoca al
Espíritu Santo, pídele que te ilumine y te abra a la comprensión de la Palabra
y que te anime a la respuesta con tu vida.
Hay que Meditar
qué nos dice la Palabra que hemos leído. Una vez captado el sentido del texto,
entonces podemos hacernos una pregunta: qué me dice esta Palabra.
Entonces
respóndele al Señor que te ha dado su mensaje en la palabra meditada. Tu
actitud sea la de la Virgen María: Hágase en mí según tu Palabra, quedarse impresionado,
en silencio, en calma, dejarse animar por el ardor de la Palabra, como quien
recibe el calor del sol.
Hay que ser
fiel a la oración, con y desde la palabra de Dios, tu vida irá cambiando. Te
hará confrontar tus criterios, valores, sentimientos, y conducta con lo que
ella misma te vaya inspirando, y al final iras viendo la luz en el camino.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA
GLORIAM