Querido
Hermano Templario, considera como cuando Nuestros Señor, fue entregado a los
soldados por Caifás, estos vendaron los ojos de nuestro Señor para darle
escarnio y proferirle burlas, hiriendo así, furtivamente, su rostro, diciéndole:"¿Adivina
quién te dio?.
Aquí puedes
ponderar a Cristo nuestro Señor lleno de muchas penas y trabajos, sufrimientos
y pesares, ultrajado y menospreciado de todos, grandes y pequeños; y no fue la
menor pena el verse vendado en sus divinos ojos, porque más a su salvo le
pudiesen sus enemigos herir en el rostro, entendiendo ellos que de aquella
suerte no los vería; porque es propio de los grandes pecadores desear no ser
vistos para poder pecar más libremente, pero no por esto dejaba de verlos con los
ojos de su alma y su divinidad; por qué era Dios, cuyos ojos, dice el sabio,
contemplan en todo lugar al bueno y al malo, y al bien, o mal que cada uno
hace. De aquí sacarás que cuando pecas, olvidándote de que Dios te mira, tú
eres el ciego y el que te engañas, tapando tus ojos con el falso y negro velo
de tu pasión, pasión mundana; que los de Dios muy claros y descubiertos están
sobre ti, mirando tus obras, pensamientos y palabras; y así, y por ello, teme,
Hermano Templario, de hoy en adelante ofender a este Señor, trayendo siempre en
tu memoria este dicho admirable: "Mira que te mira Dios..."
Fr.++++ Jose Miguel de Nicolau y Gonzalez
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA
GLORIAM