El Reino de
Jerusalén se remonta al siglo XI. Llamado también Reino Latino de Jerusalén o
Reino de Acre fue un Estado católico latino que se fundó en el Levante
mediterráneo en 1099 tras la reconquista de Jerusalén en la Primera Cruzada,
llevada a cabo por el papa Urbano II con el propósito de conquistar todos los
lugares considerados sagrados. Jerusalén era uno de ellos, ya que, según las
sagradas escrituras, es el lugar donde murió Jesús de Nazaret.
Tras la
conquista de aquel lugar santo por parte del francés Godofredo de Bouillón,
Jerusalén fue incluido como uno de los ‘Estados cruzados’ y como tal se
convirtió en un reino cristiano. El propio Godofredo fue su primer gobernante
(aunque no rey) pero después de su fallecimiento un año más tarde (1100) el
trono y control de Jerusalén pasó a manos de su hermano Balduino I y
posteriormente, tras éste, el titulo fue recayendo de un descendiente a otro.
El reino de
Jerusalén ocupaba entonces partes de las actuales Israel, Líbano y Jordania.
Fue destruido en 1291 con la conquista de Acre por los mamelucos musulmanes. Su
capital fue Jerusalén.
La línea
chipriota
Tras el
final del reino, Enrique II de Chipre siguió ostentando el título de “rey de
Jerusalén”. A su muerte, el título fue pretendido por sus herederos directos,
los reyes de Chipre en los siglos XIV y XV. De esta línea deriva la de Saboya
(desde Carlos I de Saboya, 1482-1490, como sobrino de la reina Carlota de
Chipre), que no hicieron uso del título hasta el siglo XVIII, cuando Víctor
Amadeo II de Saboya fue brevemente rey de Sicilia (1713), y desde entonces han
mantenido la titulación hasta el presente.
La línea
napolitana
Si bien el
Reino de Jerusalén dejó de existir como tal en el año 1291, el título al trono
siguió vinculado al de Nápoles.
En el año
1277, María de Antioquia, nieta de Isabel I (reina de Jerusalén) y pretendiente
al trono, decidió vender el título (con la bendición y aprobación papal) a
Carlos de Anjou, rey de Nápoles, a pesar de que se disputaba el título con Hugo
III, rey de Chipre.
Desde
entonces, este derecho al trono de Jerusalén se ha considerado ligado a la
corona de Nápoles, que a menudo cambió de manos por testamento o conquista más
que por herencia directa. Como Nápoles era un feudo papal, los Papas solían
conceder el título real de Jerusalén junto con el de Nápoles, y la historia de
esta línea de pretendientes va unida a la del reino napolitano.
De los
sucesores de Renato I de Nápoles derivan los derechos de la Casa de Habsburgo-Lorena
(hasta el presente), a través de Yolanda de Anjou, y los derechos pretendidos
de los reyes de Francia Carlos VIII y Luis XII, a través de Carlos V de Maine.
A pesar de
no existir como reino desde finales del siglo XIII, el titulo de ‘rey de
Jerusalén’ recae por herencia dinástica en la corona española. El nombramiento
en 1504 de Fernando el Católico como rey de Nápoles se trajo hacia España el
título al trono del reino de Jerusalén y desde entonces la corona española
ostenta dicho cargo.
En el siglo
XVIII, Carlos de Borbón (el futuro Carlos III de España) fue reconocido como
rey de Nápoles y de Sicilia y, al dejar Nápoles por España, los Borbones
napolitanos (Borbón-Dos Sicilias) siguieron usando el título de Jerusalén,
igual que hacían los Borbones de España, y así han llegado ambas líneas hasta
el presente. Así pues, actualmente el rey Felipe VI de España tiene
oficialmente el título de Rey de Jerusalén aunque no gobierna en ninguna parte
del ya extinto Reino de Jerusalén.
HERMANO + HERNANDO
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA GLORIAM