PROCESION
DE LA VIRGEN
Querido Hermano Templario, considera la Asunción de Nuestra
señora, y su gloriosa coronación. Y lo primero, en cuanto a su asunción, debes
considerar, que resucitada la Virgen en cuerpo y alma, luego se ordenó una
solemnísima procesión por la región del aire hacia el cielo empíreo; y
ordenada, empezó la música con canciones, voces y músicos con instrumentos de
alegría. Piensa que todo lo ves y lo oyes, y que toda la tierra y el aire
retumbaba con las voces, con el estruendo y con la música; y al paso que era
incomparable el regocijo, era inefable la suavidad de las voces, y la dulzura
de los instrumentos.
Y te pongo en esta consideración, porque el hombre en esta
vida no puede entender cómo son las cosas espirituales, sino por la similitud
de las corporales. Piensa tú qué así que empezó la música por el aire, llegaron
los ecos a la celestial corte, y todos aquellos nobilísimos espíritus que
habían quedado asistiendo al trono de la inefable y beatísima Trinidad, se
empezaron a disponer para salir al recibimiento de su excelentísima Reina.
En esto piensa que se fueron vistiendo de nueva luz y
claridad todos los orbes celestiales, y viéndola los ciudadanos del cielo, que
estaban ya prestados para salir, llevados de una gran admiración, exclamaron
diciendo: ¿Quién es esta que se levanta del mundo, y vestida de los
resplandores de la aurora, hermosa como la luna, y escogida como el sol? Piensa
que oyes la voz que volando por los muros, responde a la admiración de los
cortesanos, diciendo: Salid hijas de Sion, y veréis a la Reina, Madre del
verdadero Salomón, que sube a su diestra, reclinada sobre el amado, y vestida
de resplandeciente oro, labrado con variedad de labores, de dónde se origina
ese diversidad de resplandores.
Con estas voces haz cuenta que ves por las puertas de
aquella ciudad soberana innumerables tropas, de manera que todo se despuebla, y
todos llenos de alegría inefable salen del empíreo, y asomándose desde aquellos
Alcázares Supremos, vieron la procesión, que con infinita pompa y majestad,
pasando de cielo en cielo, se iba acercando; y entonces puedes pensar que se
cumplió aquel dicho de Salomón, vieron a María Santísima las hijas de Sion, y
la predicaron y aclamaron por la más bendita de las criaturas, y las reinas y esposas;
esto es, los principados, tronos, dominaciones, querubines y serafines la
alabaron y engrandecieron por Reina única, perfecta y escogida entre todas las
reinas y esposas del Supremo Emperador.
Pondera Hermano Templario, que no tenemos ciudad en el mundo
permanente; enseñándonos la fe, que busquemos la que es nuestra patria, y para
una eternidad segura, esta es la triunfante Jerusalén de la gloria, por eso
hemos de preguntar, a esa hemos de caminar; y si de verdad queremos ser sus
moradores, después de esta vida mortal, no perdernos del camino, porque nos
dejó Jesucristo en sus pasos estampada su vida, para que guiándonos por ellos,
acertemos a la patria celestial.
Y si estos pasos de
Cristo son los ejemplos que en su vida nos dejó, los misterios que por nuestra
salud obró, estos lo recopiló María Santísima en su rosario sagrado, para que
sean de nuestra consideración y despertar perpetuo. Ella, nuestra Madre
celestial, nuestra abogada he intercesora, a quién debemos todo nuestro amor y
respeto, pues ella es recipiente de nuestra esencia, cómo soldados de Cristo, y
por ella somos marianos, como lo fueron nuestros Hermanos Mayores, como lo fue
nuestro Santo Patrón San Bernardo de Claraval.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA GLORIAM