¿Cómo ayudo
a que los demás se preparen para que también llegue Dios a sus casas?
La Iglesia
nos prepara, en una forma muy particular, para la venida del Señor. Y esta
preparación, que supone un tiempo de mayor oración e introspección dentro del
corazón, se debe convertir también en
una serie de preguntas respecto al modo en el que nos estamos acercando a Dios.
Es importante que todos nos atrevamos a cuestionarnos el modo en el que cada
uno está viviendo esta manifestación de Dios.
Todo este
tema nos tendría que llevar a preguntarnos, en primer lugar, ¿cómo me llega a
mí esta manifestación? Y en segundo lugar y quizá esta pregunta es mucho más
importante ¿cómo me convierto en transmisor de esta manifestación de Dios?
Porque no podemos olvidar que a todos y a cada uno de nosotros nos corresponde
ser precursores del Señor.
El
Evangelio de San Lucas nos narra un pasaje en el que Jesucristo cura a un
paralítico. Un hombre, vamos a decirlo así, que estaba espiritualmente atado,
un hombre sin esperanzas. Ese paralítico, en cierto sentido, somos todos los
seres humanos.
Porque todos, de alguna forma o de otra, tenemos esta parálisis;
de un modo u otro estamos atorados en nuestra existencia. Todos tenemos algo
por lo que nuestra vida no acaba de caminar.
Es decir,
hace falta alguien que prepare el camino para que el alma paralítica pueda
encontrarse con el Señor. Vemos de forma muy clara que no se podría haber
realizado sin estas personas.
Generalmente
el camino del Señor no se prepara solo. La mayoría de los caminos de Dios
necesitan de precursores. Nosotros somos los precursores. Cada uno de nosotros
tiene que tener corazón de precursor que, en primer lugar, acepte esta misión y
acepte que va a ser el que logre que Cristo llegue a otros corazones.
Cuánta
gente hay en el mundo que vive nada más de palabras; viven hablando de la
importancia que tiene el hacer cosas, sin atreverse a realizarlas. Cuántas
veces, es a cada uno de nosotros, a los que se nos olvidan que más que decir,
al precursor le toca hacer, le toca preparar el camino. Y cuántas veces,
también, se nos olvida que el primer camino que tenemos que preparar para que
llegue el Señor no es el camino ajeno, sino el propio camino.Todos los
cristianos tenemos la misión de ser este Camino Santo.
Es decir, debemos ser
precursores, ir delante del Señor anunciando a los hombres que tienen una esperanza
¿Cómo vamos a ser precursores si no tenemos al Señor en nuestro corazón? ¿Cómo
puedo revelar a los hombres que tienen una esperanza, si a lo mejor yo soy el
primero que carece de ella?.
Ser
precursores no es simplemente hablar; ser precursores reclama, permitir que Cristo pase a través de nuestro
corazón.
Yo les invito a que con mucha sinceridad, cada uno se haga las
siguientes preguntas: ¿De qué modo soy precursor? ¿Estoy permitiendo, por mi
modo de vida, que los hombres puedan llegar a Dios?.
Hay que ser capaces de que el Señor venga a nuestra
casa y, como precursores, poder ayudar a que los demás se preparen para que
también llegue a la suya.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA
GLORIAM