RÉQUIEM
Silencio y paz.
Fue llevado al país de la vida. ¿Para qué
hacer preguntas? Su morada, desde ahora, es el Descanso, y su vestido, la Luz.
Para siempre. Silencio y paz. ¿Qué sabemos nosotros?
Dios mío, Señor de la Historia y dueño del
ayer y del mañana, en tus manos están las llaves de la vida y la muerte. Sin
preguntarnos, lo llevaste contigo a la Morada Santa, y nosotros cerramos
nuestros ojos, bajamos la frente y simplemente te decimos: está bien. Sea.
Silencio y paz.
La música fue sumergida en las aguas
profundas, y todas las nostalgias gravitan sobre las llanuras infinitas.
Se acabó el combate. Ya no habrá para él
lágrimas, ni llanto, ni sobresaltos. El sol brillará por siempre sobre su
frente, y una paz intangible asegurará definitivamente sus fronteras.
Señor de la vida y dueño de nuestros
destinos, en tus manos depositamos silenciosamente este ser entrañable que se
nos fue.
Mientras aquí abajo entregamos a la tierra su
despojos transitorio, duerma su alma inmortal para siempre en la paz eterna, en
tu seno insondable y amoroso, oh Padre de misericordia.
Silencio y paz.
Yo me postro sobre esta tierra donde reposan
los restos mortales de mis queridos padres, parientes, amigos, y todos mis
hermanos en la fe que me han precedido en el camino de la eternidad. Mas ¿qué
puedo hacer yo por ellos? ¡Oh divino Jesús, que padeciendo y muriendo por
nuestro amor nos comprasteis con el precio de vuestra sangre la eterna vida; yo
se que vivís y escucháis mis plegarias y que es copiosísima la gracia de
vuestra redención. Perdonad, pues oh Dios misericordioso, a las almas de estos
mis amados difuntos, libradlas de todas las penas y de todas las tribulaciones,
y acogedlas en el seno de vuestra Bondad y en la alegre compañía de vuestros
Ángeles y Santos para que, libres de todo dolor y de toda angustia, os alaben,
gocen y reinen con Vos en el Paraíso de vuestra gloria por todos los siglos de
los siglos. Amén.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA
GLORIAM