¿Qué es, por tanto, la Tradición?
Dice la autoridad lingüística, el Diccionario: “transmisión oral de padres a hijos de hechos
históricos, creencias, doctrinas religiosas, etc…; costumbre que ha prevalecido
de generación en generación”. Si vamos al latín, nuestra lengua madre, define la tradición como “entrega de algo, cesión, enseñanza,
explicación o transmisión histórica”.
Y sin embargo, cuando se habla de Tradición, los
defensores apasionados de la misma suelen identificarla como algo inamovible,
sagrado, intocable, ajeno a cualquier adaptación o cambio por considerarla
perfecta, ya que, según ellos, así se
estableció en origen. De este modo se llegan a defender, hasta con las
armas en la mano, orígenes míticos diversos, teorías varias, costumbres que
pueden llegar a ser inhumanas… Defender contra viento y marea la validez de
algo porque en su origen fue de un modo determinado, seria, por poner un
ejemplo “casero” , empeñarse en seguir utilizando un mueble viejo comido por la
carcoma que no sirve para nada, en
contraposición a uno tradicional, con plena utilidad, hecho de buen nogal por
un artesano diestro.
Un examen cuidadoso evidencia que, si se trata de una
transmisión de hechos o de creencias, es algo que forma parte del conocimiento
humano, es decir de la cultura histórica, y si es sólo una costumbre que ha
prevalecido durante un tiempo determinado, de ningún modo puede ser inamovible
ni intocable, de lo contrario aún estaríamos viviendo en las cavernas y cazando
animales salvajes para poder comer, o legitimando la esclavitud entre otras
costumbres absolutamente desacreditadas.
En el caso templario ¿conocemos nuestra Tradición o nos
limitamos a saber que eran unos caballeros que defendían cristianos? ¿O bien únicamente respetamos la transmisión
de sus hazañas a mayor gloria de Dios? Ambas posiciones son respetables, pero
en la actualidad, en pleno siglo XXI, poca cosa nos aporta.
Por tanto, quizá haya que volver a los orígenes, no por
considerarlos intocables, sino para investigar las causas y los motivos de su
aparición junto a su ética, sus valores y la espiritualidad que los impulsaba y
ver si nosotros podemos ser sus dignos herederos actuales.
En primer lugar, el propósito fundacional de la Orden fue
organizarse como caballería armada para defender de los peligros del camino a
los cristianos que emprendían el viaje a Tierra Santa. No entraremos en la
organización de las Cruzadas ni en la forma en que desarrollaron su actuación ,
sino en los principios éticos y espirituales que guiaban a los “pobres soldados de Cristo y del Templo
de Salomón”.
El prólogo de la Regla se dirige a: “todos aquellos que deseen servir con el corazón puro al verdadero Rey
Soberano” y añade duras palabras “contra
el orden de la caballería que desprecia el amor a la justicia, no defendiendo a
los pobres… prefiriendo robar, despojar y matar”. Sigue recomendando “ser parcos en el comer y beber, huir como de la
peste de la rivalidad, la envidia, la calumnia, las murmuraciones y la
maledicencia, tratarse entre hermanos con buenas maneras, acudir al socorro de
un hermano aún a riesgo de la propia vida ….”
En función de estos principios, hoy dia resulta fácil
aceptar ser templario y cumplir con sus postulados sin necesidad de ir armados a
los Santos Lugares.
La Regla habla del amor a la justicia, aspecto que
incluye el respeto y el cumplimiento de leyes justas y la oposición y lucha
contra las injustas que facilitan el robo, la estafa y demás delitos cuyas
víctimas suelen ser los más pobres o de escasos recursos, es decir es precisa
la honradez. El ejemplo más evidente lo tenemos en el origen de la actual
crisis económica que nos azota.
Cita la prohibición de murmurar, maldecir, calumniar,
envidiar… En la actualidad, basta leer algunas publicaciones u observar la
conducta de numerosos políticos o de gente que llega a ocupar lugares
gerenciales en empresas varias.
Asimismo, acudir en socorro de un hermano y en general de
los desvalidos y necesitados, es decir, colaborar en proyectos o instituciones
benéficas sin ánimo de lucro.
Y, muy especialmente, los templarios fueron hombres cuyo
valor impresionaba a sus mismos enemigos. En la actualidad, también se necesita
valor y mucho para denunciar situaciones
de explotación e injusticia, no tan lejos como en una oficina o en un despacho
oficial.
Todo ello, resume, en medio de un espíritu de generosidad
universal.
Fuentes:
- Georges Bordonove, “La vida cotidiana de los templarios
en el siglo XIII”- Ed. Temas de Hoy, 1993.
- Andreas Beck. “El fin de los templarios. Un exterminio
en nombre de la legalidad”. Ed. Península, 1996.
Angeles Casanovas y Jordi Rovira, “La Orden del Temple,
entre la guerra y la paz”. Ed. Rafael Dalmau, 2005.
- Amin Maalouf, “Las cruzadas vistas por los árabes”.Ed.
Alianza, 1983.
Ideal: servicio y auxilio al necesitado, espíritu de
generosidad universal, consolación a los enfermos, honestidad, fraternidad, defensa
de los perseguidos por su fe.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA GLORIAM