Todos
soñamos con llegar alto, muy alto. Desde pequeños nos han enseñado que debemos
"prepararnos" para el futuro y que debemos prepararnos bien, con
buenos estudios, con una buena carrera para conseguir un buen trabajo y no
quedarse atrás. Sin embargo, hoy enseñamos a trepar y no a prepararse, a estar
por encima. Muy pocas veces enseñamos a estar por debajo, pero creciendo. La
humildad, para muchos, ya no es un valor. Nos gusta hacernos notar y queremos
estar por encima: yo, para mí, sobre todo lo mío... ¿y los demás?
La humildad
no es no tener nada, "qué humilde es, mira dónde vive". La humildad
no es no poder vestirse o faltarle a alguien lo necesario. Tampoco es ser un
pobre "cuitado", tímido, que no habla y nunca dice nada, ser humilde
no es sinónimo de "tonto" ni de persona introvertida. No confundamos
los términos, ni humildad con falta de recursos, ni humildad con falta de
personalidad.
Para ser
humilde, debemos saber aceptar y aceptarnos. Aceptar nuestras limitaciones para
luchar por superarse pero sin negar que tengamos limitaciones. Hay que saber
decir hasta aquí he llegado, ahora debo seguir por este camino. Debemos saber
aceptar lo que la vida nos presenta pero luchando, luchando no por apartar a
otros, sino por compartir en la vida los fracasos y las victorias. Aceptarnos y
aceptar a los demás, aceptar que no todo es fácil y hay que saber elegir,
luchar y caminar.
Hoy que
queremos mandar y mandar debemos también aprender a obedecer. Obedecer es
respetar, es saber realizar aquello que me mandan con cariño y amor. Los hijos
deben obedecer a sus padres, pero con amor no porque se lo mandan, las personas
debemos obedecer las leyes justas que regulan nuestra sociedad y protegen los
derechos humanos. Mentimos y no acatamos lo justo y pisoteamos los derechos de
los demás. Ser humilde es obedecer y saber mandar.
Hoy lo que
nos cuesta lo dejamos a un lado. Las dificultades no queremos tenerlas. Vamos
pasando por la vida con el menor esfuerzo, además, decimos "no están los
otros, que lo hagan ellos" o "para qué lo voy hacer si no sirve para
nada”. Nos cuesta sacrificarnos. Humildad es sacrificarse, realizar aquello que
nos cuesta y no nos gusta pero que sabemos que con ello hacemos un bien.
Nos cuesta
entender que Dios se hace hombre. ¡Qué grandeza! Jesús acepta con humildad su
misión, "se hace obediente hasta la cruz". En Jesús vemos las
cualidades que hemos presentado de la humildad: Jesús acepta ser hombre, ser
uno como nosotros y lo hace con todas las consecuencias: nace niño y crece en
la sencillez de Nazaret Jesús obedece y su obediencia le lleva a la Cruz. Jesús
se sacrifica su futuro como carpintero por la misión de evangelizar, Jesús
sacrifica su divinidad por darnos su salvación. Jesús ama desde la humildad
"que tu mano derecha no sepa lo que ha hecho la izquierda" "ora
en lo escondido". Jesús se pone a lavar los pies a sus discípulos, tiene
ese acto de amor humilde y generoso porque así coloca ante sus amigos un
camino.
NON NOBIS DOMINE NON NOBIS SED NOMINI TUO DA
GLORIAM